El pasado 6 de diciembre se celebró el aniversario de la Constitución española. Hace 41 años que los españoles nos dimos la madre de las leyes en plena transición tras un periodo de un régimen dictatorial y tras una guerra civil. Pero me gustaría poner el enfoque de este escrito en la Carta Magna. Cualquier país que se precie debe disponer de un ordenamiento jurídico propio, y la Constitución es la norma suprema en la que se sustancian los derechos y los deberes de todos los ciudadanos. Todavía recuerdo aquella mañana del 6 de diciembre del 78, cuando renové el DNI en la comisaría de policía y acto seguido fui a votar en las primeras elecciones en las que participé. Estaba muy emocionado, qué digo, excitado, porque sabía que estábamos haciendo historia comenzando en este país un camino que nos llevaría muy lejos. En los tiempos de Luis XIV, todos los poderes del Estado giraban en torno a él en un sistema absolutista y cerrado que, posteriormente, cambió con la ilustración. Por contra, más adelante, en los países democráticos del mundo, en las constituciones se indica que la soberanía recae sobre los ciudadanos. De nuestra Constitución destacaría, sin dudarlo, el artículo 14, que indica que : «Todos son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social».