Luís Rovisco, divorciado y entrado en los sesenta, vive con su gato Napoleón y trabaja como director comercial en una empresa de seguridad. Mientras espera la soñada jubilación, lo podemos encontrar casi siempre al volante de su automóvil, cantando canciones inventadas para superar las injusticias de la vida. Pero estas canciones cambiarán inesperadamente de registro cuando se encuentre con Lucinda.