Hubo un tiempo no muy lejano en que Killing Eve era una de esas series que había que ver sí o sí. Esos días quedaron atrás. Hace ya un par de semanas que HBO Max emitió su último episodio. Se marchó sin pena ni gloria y con el cabreo de sus fans. Un final del que todavía estaríamos apagando los rescoldos de las incendiadas redes sociales, en el caso de tratarse de Juego de Tronos o de Lost. Pero ¿a estas alturas quién se acuerda ya de Killing Eve? A sus fans no les ha gustado nada el desenlace, pero yo diría que el problema no ha sido tanto el último episodio, sino la última temporada en general. En algún momento, las cosas se torcieron y la broma dejó de tener gracia.

Y eso que estábamos avisados. Antes de su estreno, se había dicho que la cuarta temporada sería la última. Tras ver el episodio de despedida, da la sensación de que ha sido un hachazo en toda regla y no un final planificado. Para esta temporada no se les ha ocurrido otra cosa que... (redoble de tambores y aviso de spoilers) ni más ni menos que matar a Villanelle (Jodie Comer) en la última escena. Y un capítulo antes, ya habían matado a Konstantin (ése, el de las dos primera temporadas de El PuenteKim Bodnia).

Hay una regla no escrita para determinadas series por la que es obligatorio matar a uno de sus personajes principales para despedirse. Y si le damos un toque de redención, mejor. En este caso, existe el problema de que ese mismo truco ya lo habían usado antes. ¿Cuántas veces no acabaron las temporadas con Eve o Villanelle al borde la muerte, para luego volver un año después como si nada? Y así ha sido todo en general. Nada nuevo bajo el sol y más de lo mismo. Hasta eso de escuchar la canción de "Qué calor en la ciudad" en la banda sonora lo habíamos oído ya también. (Y eso que si hay algo que no se le puede negar a la serie es que su banda sonora ha sido lo más coherente que ha tenido a lo largo de sus cuatro temporadas). Así ha sido esta temporada final. Un permanente déjà vu, en el que uno no sabía muy bien hacia dónde iba todo. A lo mejor el parón que había supuesto el confinamiento nos había hecho perder el hilo. Pero a estas alturas, tampoco es que importara mucho. Villanelle estaba cada vez más desatada y a un paso de romper la cuarta pared y hablar directamente con el espectador.

Killing Eve fue todo un aire fresco en el panorama televisivo cuando irrumpió en aquel lejano ya 2018. Su creadora, Phoebe Waller Bridge, se consolidaba tras su estreno como una de las showrunners más cotizadas. Sobre todo teniendo en cuenta de que su éxito anterior, Fleabag, era también una de las mejores comedias televisivas de los últimos años. La parodia del cine de espías le abrió las puertas para incorporarse al equipo de guionistas de la última entrega de James Bond, Sin tiempo para morir. Estoy bastante seguro de que para la escena con Ana de Armas en Cuba hizo más de una aportación. Phoebe Waller Bridge se había desligado de la serie tras su primera temporada. A partir de entonces, cada nueva entrega tendría nueva showrunner, mientras que la serie se apartaba de las novelas que había escrito Luke Jennings, el creador literario de Villanelle.  Laura Neal era la elegida para hacerse cargo de esta temporada final y en las entregas anteriores había estado precedida por Emerald Fennell y por Suzanne Heathcote. Cada una tenía sus propias ideas para la saga y a veces no necesariamente respetaba el trabajo de sus predecesoras.

Es indudable que Killing Eve ha supuesto un gran espaldarazo para la trayectoria de sus dos actrices principales. Sandra Oh, que interpretaba a Eve Polastri, conseguía por fin desligarse de ese personaje en el que había parecido encasillarse en Anatomía de Grey. Su carrera ha pegado todo un acelerón tras el triunfo de Killing Eve. Ahora hasta parece que podría volver a ponerse la bata de médico en el hospital Seattle Grace. Jodie Comer se convertía en la gran revelación de la serie, a pesar que llevaba ya unos cuantos años trabajando en pequeñas apariciones en la televisión británica. Ahora se le acumula el trabajo para la gran pantalla.

Cada temporada arrancaba con un nuevo juego del gato y el ratón entre ambas. Eve era la agente del MI5 que hasta ahora había realizado trabajo puramente de oficina y nunca había estado a pie de calle; mientras que Villanelle era una asesina sin ningún tipo de escrúpulo, utilizada por una misteriosa organización bautizada como los Doce. La serie cada vez tenía un toque más paródico, en un argumento plagado de momentos de humor negro sobre las letales habilidades de su protagonista. A cada entrega que pasaba, Eve era un poco más Villanelle y Villanelle era un poco más Eve. Todo ello aderezado con un toque de tensión sexual entre las dos protagonistas. Cuando la cuarta temporada arrancaba con Villanelle buscando la redención y haciendo terapia para no volver a matar, todos los cronómetros se pusieron en marcha para ver cuánto tardaba en romper ese retiro.

La gran baza de la temporada era que las protagonistas finalmente habían decidido lanzarse a la caza de Los Doce, esa misteriosa organización que estaba detrás de todo desde el principio. Tras ver el final, da la sensación de que han quedado muchos cabos sueltos. Quién sabe, si estaba previsto terminar de cerrar todo en una quinta entrega o hacer una película. Todos los responsables de la serie parecían estar ocupados en la cresta de la ola de sus respectivas carreras y hacer otra historia de Villanelle era más un lastre que otra cosa. Puede que algún día alguien decida rescatarla y decirnos eso de que no estaba muerta, que estaba de parranda. Pero es que eso también lo habíamos visto. Killig Eve ha muerto. Descanse en paz.