Cinco horas, prácticamente seguidas, de lunes a viernes. Es el tiempo que pasan con mascarilla en los colegios los niños a partir de seis años. Solo se la bajan para merendar... Y no se quejan. La mayoría no sale protestando porque está cansado de llevarla, ni en clase, ni en el recreo. Han asumido que tiene que ser allí y ya está, no le dan más vueltas. El recreo es para divertirse y relajarse y es lo que hacen, sin más.

Pero como siempre, llegan los políticos para liarla, para buscar problemas donde no los hay, para crear conflictos, sobre todo cuando se trata de ir en contra de una decisión tomada por un Gobierno de distinto partido.

Y así, acaba de surgir el debate de si debería no ser obligatoria en los recreos porque algunas comunidades autónomas han anunciado el fin de esta restricción. Luego ha salido el Gobierno a recordar que, al aire libre, no es obligatoria si se mantiene la distancia de seguridad de al menos un metro y medio.

El recreo es aire libre, sí, pero que los niños vayan a mantener la distancia es una utopía y además, ya sería el remate. De nuevo, los profesores tendrían que cargar con una supervisión constante e imposible de cumplir si hay que vigilar a quince, veinte o veinticinco niños a la vez en un espacio en el que no están precisamente quietos.

Pero además, es que los menores de 12 años son los únicos que no han recibido la vacuna frente al covid y, dado que sin mascarilla ni distancia el riesgo de contagiare es alto, cabe pensar que la medida propiciaría más brotes. 

Leo a un experto que opina que no estaría mal probar, que los niños no tienen el riesgo de enfermar igual que los adultos. Pero todos sabemos que el riesgo cero no existe y que nadie quiere que su hijo enferme porque ningún experto puede predecir cómo le afectará a tu hijo el virus, luego, más vale prevenir que curar. No se trata de probar y tratarles como conejillos de indias cuando no hay necesidad.

De hecho, el vicepresidente de la Sociedad Española de Epidemiología, Óscar Zurriaga, ha dicho que, «en este momento, no hay ningún dato objetivo, aparte del cansancio de los niños, para suprimir las restricciones». Y los niños, como he dicho, no están cansados. Son conscientes de que es lo que toca y claro que preferirían no llevarla, como todos, pero llegará cuando sea realmente seguro. Lo demás es bienquedismo político.

*Periodista