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La curiosa impertinente

Carmen Martínez-Fortún

Provocar por provocar

 

Debatíamos en clase de español sobre los límites del humor y algunos alumnos, procedentes de países diversos, defendían que la broma nunca debe permitir la falta de respeto. «Si tengo confianza», decía Alina, «mis amigas y yo nos reímos de todo pero sin ella, nunca haría burlas sobre política, religión o sexo, porque puedo ofender. Por ejemplo, una broma sobre la guerra de Ucrania que está costando tantas vidas (ella es ucraniana), lo veo mal, porque la vida vale más que un chiste». Abdellilah explicaba que para él nunca se debe bromear con la religión pues el ámbito de esta es la vida eterna, superior a la terrenal y sagrada. Bema, de Costa de Marfil, se reía cuando decía que las bromas son bromas y Fernando, de Brasil, afirmaba que, si negamos el humor y censuramos, estamos ya dando pie a prohibir lo que sea e iniciando una senda muy peligrosa, porque la libertad de expresión es un derecho. Lo dejamos en el punto en que se discutía si el derecho propio llega hasta el punto de atacar o suprimir los derechos de los demás, su honor o sus creencias, pero la clase acababa y aunque dejó tantas cosas en el aire, dio pie para muchas reflexiones.

Una, muy defensora de la libertad, es también muy amiga de establecer límites en todo aquello que puede ofender al otro y rechaza de plano todas las manifestaciones que, con afán de provocar, para que hablen de uno, aunque sea mal, atacan gratuitamente, sobre todo si es de forma grosera a las creencias de quien sea. Aboga por un humor inteligente y positivo que no necesite insultar o poner en ridículo a nadie para hacer reír, y está segura de que quien recurre a ello es para alcanzar la notoriedad que su poca inteligencia no le procura.

No se provoca solo con humor. Ninguna gracia tenían las suavecitas declaraciones del delegado del gobierno en Madrid, enalteciendo a Bildu contra las patrioteros de pulsera. Mintió el hombre, y aunque eso no sea lo de menos, se retrató como lo que es. Un sectario que como un mal humorista, si no insulta no tiene público. Por desesperación o por maldad.

*Profesora

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