La rinitis es, por definición, una inflamación de la mucosa de las fosas nasales. Se divide básicamente en alérgica y no alérgica o vasomotora. La rinitis alérgica se puede asociar con frecuencia a conjuntivitis y asma bronquial, y se puede presentar a cualquier edad, aunque durante la juventud es lo más habitual. También hay algunas personas alérgicas al polen con reactividad cruzada a alimentos vegetales, por lo general a ciertas frutas.

La alergia es hereditaria. “Si un progenitor es alérgico, las probabilidades de tener alergia es de un 25%. Si lo son los dos, sería de un 50%”, indica el especialista en alergología de Clínica Corachan, el doctor César Alías Tudurí. Un 30% de la población general es alérgica. En determinados momentos o épocas del año, conviven a menudo con estornudos en salva (más de 4 seguidos), prurito, rinorrea (congestión nasal) y bloqueo nasal, habitualmente en báscula, es decir alternando ambos orificios nasales.

Todos ellos son síntomas que acompañan también a un resfriado común, pero en el caso del resfriado, el paciente suele presentar también malestar general, y puede tener fiebre y mucosidad más espesa. El resfriado, además, suele durar entre 5 y 7 días.

Ante una sospecha de Rinitis alérgica, hay que hacer un test específico, denominado prick. Consiste en poner sobre la piel una gota del alérgeno y posteriormente realizar una pequeña punción con una lanceta. Se complementa con test in vitro para determinar la intensidad de la sensibilización y la especificidad de la misma mediante determinación de alérgenos moleculares, es decir, determinar si se encuentra un componente concreto en la sangre.

Tratamiento

En cuanto al tratamiento de la rinitis alérgica, se procede con un control ambiental o de evitación, es decir, evitando la presencia del elemento que causa la alergia o los ambientes donde se concentra este.

Los síntomas se tratan con antihistamínicos, corticoides nasales e inmunoterapia específica con extractos de alérgenos (conocidas popularmente como “vacunas para la alergia”), que consiste en “la administración de un extracto del alérgeno responsable de la enfermedad, administrado habitualmente a dosis progresivamente crecientes e intervalos regulares de tiempo, con la finalidad de inducir la tolerancia necesaria para controlar la respuesta alérgica”, detalla el doctor Alías. Este se considera el único tratamiento capaz de modificar el curso natural de la enfermedad alérgica. 

El alergólogo es el especialista que prescribe el tratamiento con las pautas que seguirá el paciente alérgico. “La medicación que se prescribe (antihistamínicos, corticoides nasales e inmunoterapia), a dosis correctas no tienen efectos secundarios, y los antihistamínicos de tercera generación no tienen apenas efecto sedativo”, señala César Alías. Hasta el momento, no hay evidencia científica de ningún método natural que pueda mejorar una rinitis alérgica, acompañando o no al tratamiento farmacológico.

Pero, ¿Se cura la rinitis alérgica tras el tratamiento, o permanece latente y el tratamiento lo que reduce o hace desaparecer son simplemente los síntomas? Según explica el alergólogo de Clínica Corachan, “con el tratamiento sintomático se controlan los síntomas. Y, por otro lado, la inmunoterapia específica actúa sobre el fondo del problema, reduciendo la sensibilidad del paciente”. 

En el caso de la rinitis alérgica polínica (producida por pólenes de árboles, gramíneas o malezas), se repetirá anualmente en la época del polen que afecte en cuestión (por ejemplo polen de ciprés, en febrero y marzo). Si las pautas marcadas por el alergólogo son correctas y se siguen, puede no ser necesario acudir cada vez al médico en caso de repetición.

La mejor manera de prevenir la rinitis alérgica es evitar el contacto con ambientes en los que se encuentre la sustancia que causa la alergia. Espontáneamente no desaparece. Un paciente alérgico, sin tratamiento, con los años puede desarrollar más sensibilizaciones y evolucionar a asma. Y como ya hemos visto, la inmunoterapia es el único tratamiento capaz de modificar el curso natural de la enfermedad, hacia asma bronquial y más sensibilizaciones.

Un problema en aumento

Existen estudios epidemiológicos que indican que la prevalencia de las alergias aumenta y que se espera que en pocos años alcance al 50% de la población, mientras que en la actualidad afecta a un 30% de ella. La alergia más prevalente en las regiones de costa, con alta humedad y temperatura media es la de los ácaros. La sigue la del polen de parietaria, gramíneas y árboles como el ciprés, el olivo y el platanero. También es notable la del hongo alternaria y las de animales, como gatos, perros, caballos, hámsteres o cobayas.

Las alergias se relacionan con la teoría de la higiene, según la cual, a más higiene, menos infecciones pero más alergia. También se asocia a las partículas diesel, que provocan que, por ejemplo, el polen de ciprés en Madrid o en Barcelona sea más alergénico que el de un cementerio en un pueblo alejado de estas capitales.

Y, con respecto a los períodos en los que no se sufren los efectos de la alergia, el Dr. Alías sugiere que, salvo en el caso de ser alérgico a alguna mascota, un gato por ejemplo, evitar los lugares donde estos se encuentren, “no hay una alimentación o actividad física para prevenir la alergia. Sí deben evitarse lugares con mayor concentración de ácaros (espacios con alfombras, peluches, etc), si son estos los causantes de la alergia”