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Están aburridos

Antonio Alaminos López

Si catorce ministros y un montón de altos cargos ministeriales se van juntos a la presentación de un libro es que están aburridos y necesitan oír un monólogo que les haga reír.

Si no tienen comunidades autónomas, diputaciones provinciales o grandes ayuntamientos afines que visitar, solo les queda el terreno de los pasillos de su ministerio para pasear. 

Casi que ni siquiera necesitan el coche oficial para visitarse unos a otros o ir al congreso. Pueden ir andando o en transporte público por Madrid, eso sí, procurando no encontrarse en el camino con la presidenta de la comunidad o con el alcalde madrileño. 

Debe ser soporífero estar pendiente todo el día del móvil por si hay que cambiar de opinión y dónde dije digo, digo Diego. Un poco más entretenido, pero que debe poner de los nervios, es estar en el despacho al tanto de lo que piden, piden y piden, sin parar los independentistas. 

O mantenerse atentos a las peleas de los socios: que si me separo, que si me convierto en tránsfuga, que no sé qué haré al votar... O inventando en los laboratorios sociales: que si vamos a crear comisiones, que si vamos a reunirnos, que si hacemos una encuesta, que si tocamos temas constitucionales, que si jugamos al corro de la patata. 

Eso sí que da titulares. Y todo con prisas como si a final de año, el 31 de diciembre, se acabara el mundo. Tranquilidad que viene la Navidad. Que nos llevan a los ciudadanos de a pie con la lengua fuera. 

Hay que disfrutar también de las iluminaciones extraordinarias de las ciudades y de los pueblos. Que aunque no logran ocultar las crisis del mundo actual, por mucho «brillibrilli», sí que nos invitan a volver a casa por Navidad.