Periodista

Estaban todos. La toma de posesión de José Diego como nuevo subdelegado del Gobierno en Cáceres reunió a lo más granado de la provincia. Representantes de instituciones, entidades públicas y privadas, así como diversos colectivos sociales se afanaban por encontrar el mejor ángulo para ser testigo de tan magno acontecimiento. Y como en todo acto público, no faltó el insistente soniquete de un móvil que un alto cargo de la Guardia Civil llevaba en su bolsillo caqui.

Antes, este mando había mirado a todos los lados para hallar al presunto culpable. No faltó el molesto murmullo de aquellos que estaban en otra cosa o la mirada de un responsable de la Policía Local intentando poner orden.

Gente de la cultura y el derecho daban un repaso a los volúmenes de las estantería, los funcionarios fijaban su mirada de forma insistente en el reloj, personalidades de la banca hacían sonar una y otra vez la calderilla, los chóferes comentaban el estado de las carreteras, miembros de asociaciones de vecinos se mostraban molestos con el ruido de fondo y los periodistas esperaban el ágape. Y cómo no, políticos, muchos políticos; en primera fila, atendiendo los discursos de los protagonistas.

Pero si algo hubo fueron muchos, muchos abrazos; unos sinceros, otros menos pero, al fin al cabo, abrazos. Y un mensaje: "que el nuevo subdelegado patee la provincia". Hombre... patear, patear... Uno ve a José Diego y no le imagina pateando a nada o a nadie. Su fama de buena gente es algo que se ha ganado a pulso y eso no hay quien se lo quite.