El cineasta japonés Takeshi Kitano clausuró la Mostra de Venecia con Outrage Coda, tercera entrega de la trilogía que inició con Outrage (2010) y que para él supone su exploración definitiva del asunto que ha vertebrado toda su obra: la mafia japonesa, también conocida como la yakuza.

-Ahora que ha completado la trilogía, ¿cómo la compararía con sus primeras películas sobre la yakuza, como ‘Violent Cop’ o ‘Sonatine’?

-En mi opinión, son muy distintas; no me gusta repetirme. En primer lugar, las tres películas de la saga Outrage están llenas de diálogos, mientras que los títulos que usted menciona eran muy lacónicos. Pero la mayor diferencia está en el tipo de mirada. Mi intención siempre fue que, para el espectador, contemplar Outrage fuera como ver uno de esos documentales sobre la naturaleza en los que ves a insectos matándose entre ellos, u hormigas persiguiendo gusanos. He intentado tratar a mis personajes de la misma manera, sin prestar atención a las emociones.

-Tanto ‘Coda’ como las dos entregas previas son películas muy violentas. ¿Era realmente necesario?

-Por supuesto. Quiero que con solo ver esas escenas el espectador sienta dolor. En el mundo real, la yakuza es tan violenta como en mis películas, con la diferencia de que los gánsteres reales nunca dejan que la policía encuentre los cadáveres. Mi propósito al retratar la violencia fue llegar lo más lejos posible sin que la película llegara a parecer cine de terror.

-Hay quienes piensan que el exceso de violencia en el cine genera violencia en el mundo real. ¿Qué opina?

-Que eso es una tontería.

-¿Qué papel juega la yakuza en la sociedad japonesa actual?

-Los yakuzas modernos se han convertido en algo parecido a delincuentes comunes. En los últimos años, la policía se ha tomado más en serio la tarea de dejar a estas organizaciones sin poder y desmantelarlas, y a medida que eso sucedía los códigos del deber, la lealtad y el honor se han ido perdiendo en su seno. Son cada vez más crueles y despiadados. Han perdido su esencia.

-¿Está usted, o ha estado, en contacto con miembros de la yakuza?

-Yo crecí en el centro de Tokio después de la segunda guerra mundial, y por entonces la yakuza estaba muy integrada en los barrios. Cuando era niño, muchos de mis amigos eran hijos de yakuzas. Hoy he perdido todo contacto con ese mundo; como digo, de lo contrario la policía me arrestaría. Pero no he olvidado todas esas historias que me contaban por entonces. De todos modos, en Japón todo el mundo sabe cómo opera la mafia.

-Está exagerando, claro.

-De ninguna manera. En mi país, el funcionamiento de los negocios de la yakuza es un secreto a voces. Japón es uno de los pocos países donde los gánsteres se pavonean de serlo. Lucen orgullosos sus tatuajes identificativos, y cuelgan carteles de las fachadas en los que se identifican como miembros de tal o cual clan. Eso en Occidente no pasa.

-¿Y qué opinan esos mafiosos de sus películas?

-Les encantan. Fantasean con ser como los personajes que aparecen en ellas. Los idolatran.

-¿Seguirá haciendo películas de gánsteres?

-Mi intención es hacer otro tipo de cosas a partir de ahora. Estoy escribiendo una novela que es una historia de amor, y quizá la lleve al cine. Ahora bien, si vuelvo a hacer una de esas películas violentas, no me lo tenga en cuenta. Son las únicas que me dan dinero.

-Usted comenzó en televisión haciendo programas cómicos como Humor amarillo. ¿Qué queda de aquel Kitano?

-Sigo haciendo comedia televisiva regularmente y me encanta. Me permite mantener cierto equilibrio. Cuanto más serio me pongo en mis películas, más idioteces hago en la tele.