La Procesión de Bajada

La Virgen de la Montaña baila El Redoble y Cáceres se rinde a la ‘Marcha Caleros’

La ciudad vive un desfile masivo como no se recuerda en años, con la presencia del Nuncio, el estreno de la composición de Manuel Sellers y una talla con rosas blancas y girasoles amarillos en homenaje al Vaticano

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Por algo llaman a la Virgen de la Montaña Reina de Caleros. Este miércoles volvió a presumir de esa vitola pero seguramente con una intensidad jamás hasta ahora recordada. La calle, que este año celebra el 50 aniversario de su declaración como Hermana de Honor de la Real Cofradía, se rindió al paso de la talla cuando, portada por el turno segundo, popularmente conocido como el de ‘los balillas o los calderillas’, bailó al ritmo del Redoble, que además de ser Himno de Cáceres es el referente musical que indiscutiblemente une a la ciudad en una sola voz.

Los cacereños se rindieron, como se esperaba, a su jota, cuya asociación cultural también acaba de ser designada Hermana de Honor de la hermandad, referente religioso y social de la capital. Pero, además, vibraron con la ‘Marcha Caleros’, compuesta especialmente para la ocasión por el joven Manuel Sellers, y que interpretó con especial maestría la Banda Municipal.

Caleros lucía espléndida, con su suelo empedrado cubierto de romero y sus arcos florales con palmeras instalados por la Brigada de Parques y Jardines. A la altura del número 52, Agustina Becerro, de 91 años, le hizo entrega a la Virgen de un ramo de calas en recuerdo a todas las mujeres de esa calle que históricamente las recogían de sus huertas en la Ribera.

La Asociación de Vecinos Ciudad Monumental, que preside Juan Manuel Honrado, se ha empleado a fondo y más de 6.000 mandalas, además de mantones, flores de papel y banderines cubrían fachadas y balcones al paso de la patrona. Ha sido tanto el esfuerzo del colectivo que la cofradía le hizo entrega de un cuadro de la Virgen que podrán ya lucir con orgullo en la sede vecinal.

Fue el de Caleros uno de los momentos estelares de una Procesión de Bajada de la que se van a cumplir 383 años. Así, un 3 de mayo de 1641 la patrona bajó por primera vez del santuario ante las peticiones de los vecinos que imploraban lluvia ante la pertinaz sequía.

En 1928 se aprobó que la Virgen procesionara cada cuatro años y en 1945 se oficializó el desfile anual; con él arrancaba el novenario que finaliza siempre el primer domingo de mayo, Día de la Madre. Antes de esta fecha, la talla se trasladaba a propuesta del ayuntamiento, del pueblo normalmente, y alguna vez por la directiva de la cofradía, sobre todo por una desgracia o una plaga.

Fue a principios del siglo XVII cuando un vecino de Casas de Millán, Francisco de Paniagua, recorría la provincia portando una imagen pequeñita de la Virgen y recogiendo limosnas para elevarle una capilla. A Cáceres llegó en 1621, en la Sierra de Mosca alzó una cabaña y vivió como eremita. Luego, gracias a las aportaciones recibidas, fue construyendo la primitiva ermita, consagrada el 25 de marzo de 1626.

El acto central

Desde el pasado domingo han sido días de trasiego, primero con el traslado de enseres hasta la concatedral: fundamentalmente ánforas, plataformas y estandartes. El lunes por la mañana se bajó la talla del camarín, dispuesta para iniciar el cortejo, considerado como el acto central de la primavera cacereña.

La Procesión de Bajada estrenó su título de Fiesta de Interés Turístico Regional el 24 de abril de 2019. El desfile entraña un gran trabajo y como es habitual los hermanos repusieron fuerzas este miércoles por la mañana comiendo los tradicionales huevos fritos con patatas y chorizo, de nuevo en el comedor de las monjas porque el restaurante del santuario está cerrado a la espera de su reforma.

Poco después, a las cinco, José Manuel Romero, hermano mayor, organizó los turnos de carga con el reparto de planillos. Fue él quien dispuso los cuatro turnos de 30 hermanos que conforman los 120 que cargan a la Virgen, cada uno con sus jefes de paso. Tras la eliminación hace siete años del turno de los suplentes, en la cofradía existen tres escalafones (aspirante, activo y veterano). Este año, dos nuevos hermanos han adquirido la condición de veteranos mayores de 65. También se nombraron a cuatro hermanos de carga titulares.

La procesión, con 20 grados en el mercurio, arrancó con puntualidad británica a las cinco de la tarde, organizada por el vocal de Gobierno, Manuel Flores, tras rezar la Salve dentro del santuario.

Salió custodiada por el turno tercero para luego cruzar La Trocha, La Palacina y el Calvario y ser después el pueblo (sobre todo las mujeres) la que cargaran a la imagen, que miró desde la sierra al Hospital Universitario y al San Pedro, en recuerdo a los enfermos. Al parar en el Amparo (cofradía cuyo mayordomo es Alfredo Fondón), se le hizo un homenaje con la declamación a cargo del capellán de la Montaña, José María Batuecas.

Seguidamente retomó el camino por la rotonda evitando el puente de la ronda este porque a juicio de la nueva junta de gobierno que preside Joaquín Floriano, recorriendo la pasarela (y eso que la Junta la construyó con las medidas necesarias para que la Virgen pudiera desfilar por ella) la ciudad no podía disfrutar de la procesión en todo su esplendor. De modo que el cortejo desfiló por el lado izquierdo de la rotonda del camino, porque el derecho tiene más caída.

El pectoral de Benedicto XVI

La imagen, de estilo sevillano realizada en madera de nogal policromada por artista desconocido entre 1620 y 1626 y sometida a un reciente proceso de limpieza a cargo de Juan Alberto Filter e Isabel Rabadán, salió del santuario bajo los sones del Himno de España, con la corona de diario, réplica de la denominada Corona Buena, fabricada en 1924 por Félix Granda para su coronación canónica a base de joyas donadas por los cacereños: cruces de rubíes, oro, brillantes, zafiros y esmeraldas, cuajada de diamantes, por la que se pagaron 150.000 pesetas.

Desfilaba majestuosa la Cacereña Bonita con el lazo vaticano prendido en el manto el año en que se cumple (será en octubre) el Centenario de su coronación canónica sobre sus andas de plata de 120 kilos de peso adquiridas en los 60 en un taller sevillano y con la peana restaurada magistralmente por Clara Hurtado. La camarera, Julita Herrera, ayudada por su camarera auxiliar, Marisa Domínguez, la vistió primorosa con el manto que le regaló la ciudad para las bodas de plata de la coronación canónica en 1949, una prenda magnífica de estilo renacimiento, hecha de tisú de plata fina con oro fino de alto relieve. Portaba la medalla de la Guardia Civil, la del ayuntamiento, el pectoral regalo del cardenal primado de España, Francisco Cerro, y una medalla del Papa Benedicto XVI, donación expresa de la curia vaticana. Se evitaron los escapularios por el temor a que se cayeran, pues como dijo la camarera con su habitual sentido del humor «la Virgen en la procesión tiene mucho meneo».

La camarera de ornato, Pilar Campos, la decoró esta vez bajo indicaciones del vocal de actividades, Rubén Mayordomo. Iba con paniculatas, rosas blancas y girasoles amarillos (homenajeando así a los colores del Vaticano). La presencia de los girasoles restó sobriedad a la talla. Al parecer, las flores han sido donadas (no se ha ocupado de ello Bouquet, como solía ser tradición, aunque esta floristería sí ha llevado las flores para las ánforas de Santa María).

La llegada a Fuente Concejo

Hasta el Amparo, el desfile fue más bien una romería. Cuando entró en Concejo adquirió toda su oficialidad. Allí el alcalde, Rafa Mateos, entregó el bastón de mando, que colocó en la peana el jefe de paso del turno segundo, Antonio Bazo, y que simbolizó el título de Alcaldesa Honoraria que la Montaña ostenta durante todo el novenario. Fue el estreno del regidor y también el de María Guardiola, que como cacereña que es, vivió con especial emoción su primera Procesión de Bajada como presidenta de la Junta.

El cortejo lo encabezaba, a modo de cruz de guía, el estandarte que los cacereños le regalaron a la patrona en 2006 con motivo del centenario de la declaración del patronazgo canónico de la Virgen sobre la ciudad. Obra de María Jesús Trejo, es blanco, ribeteado en bordados de oro, con una imagen de la talla en el centro sobre la que se lee su título de Madre de la Divina Gracia.

Le seguían los niños (unos 60, que igual que el resto de los hermanos visten con túnica azul cielo, capelina, guantes y cinturón blancos, y zapato negro), los trajes regionales, las cofradías de gloria, las patronales, la de Argeme de Coria y la Real Asociación de Caballeros y Damas de Guadalupe. Luego, la banda municipal, justo delante de la réplica del pendón de San Jorge, símbolo de la reconquista de Cáceres por las tropas de Alfonso IX de León, que iba encabezando a la corporación; y el estandarte de la cofradía, conocido como primigenio, de raso, con un medallón de plata en el centro que reproduce en oro la imagen de la Virgen. Componían igualmente el desfile las instituciones hermanas de honor de la cofradía, que son el ayuntamiento, la diputación, el Cefot y la Guardia Civil. No faltaron las guiadoras.

El paso fue escoltado por la Guardia Civil, seguido de monseñor Jesús Pulido, con filetata y solideo, el cabildo, el clero regular y el secular, y el Nuncio Apostólico de su Santidad el Papa, el filipino Bernardito Auza, el décimo emisario de la diplomacia vaticana que visita la ciudad en cinco siglos, sorprendido ante la riada de devoción de la ciudad de Cáceres, entonó el ‘Saludote Reina de Virginal Pureza’. Tras ellos, la Unión de las Cofradías, y cerrando, la Banda de la Diputación y el resto de autoridades, que no hablaban de otra cosa en los corrillos que del amago de Pedro Sánchez de dejar la presidencia del Gobierno, cuyo anuncio se dio a conocer justo en el momento en que la Virgen llegaba a Concejo.

De Concejo, el desfile siguió hasta la subida del Arco del Cristo, donde la Cofradía del Humilladero le hizo una ofrenda floral. De ahí a Caleros y luego a la ermita del Vaquero, ya abierta tras las obras, donde el coro Alborada del padre Gianni le cantó Virgen Morenita. Luego, a la Cuesta del Marqués, con las canciones de las amas de casa. En Santiago, recibió, como llevan haciendo hace 31 años, el homenaje de los Scouts Sant Yago (leyó la una oración Sofía Muriel y las niñas Esther Cordero y Águeda Garvi entregaron las flores) y de las cofradías del Nazareno, con unas palabras de su vicemayordoma, Begoña Acero, y de la Sagrada Cena, con ofrenda de Emilio Pizarro y Eugenia Morgado y las canciones del Coro Rociero Virgen de la Montaña.

La cofradía utilizó uno de los incensarios de la Virgen que ofrecieron al Nuncio Pedro Luis García Gómez y Blanca López, en presencia del mayordomo Ricardo Fernández, para que bendijera a la patrona. La presencia de Auza, que ha vuelto a Madrid con un ejemplar de la edición de ayer de este diario dediado a la Montaña para depositarlo en el Archivo de la Nunciatura, movilizó un dispositivo de seguridad por parte del Gobierno propio de los embajadores, al tratarse del representante del Papa en España.

Un repique de campanas llevó a la Montaña a las Cuatro Esquinas, donde fue como nunca comentado el cartel a tamaño gigante de la Virgen que Construcciones Abreu ha instalado en uno de los edificios que está restaurando.

Allí la ciudad volvió al delirio al escuchar a las tunas de Cáceres, que le cantaron ‘La Aurora’. Su actuación culminó con el ovacionado ‘Redoble’ mientras los hermanos bailaban a la Reina de Cáceres.

Momentos de tensión

Eso sí, se vivieron momentos de tensión por la acumulación del público y porque un tuno afeó a la presidenta de la Junta su posición en la procesión, algo que hizo perdiendo los modales y con ello el mínimo atisbo de razón.

Al entrar en la plaza Mayor, a la altura da la ermita de la Paz, fue la corporación municipal, incluyendo por otro lado a la presidenta de la Junta y del Tribunal Superior de Justicia, María Félix Tena, la que cargó con la talla, tal como manda la tradición. Allí, ante el gentío que aborrataba los alrededores del Arco de la Estrella, hubo danza de los niños guiadores y Tamara Alegre le cantó el siempre sentido Ave María.

Tras las palabras del obispo, del Nuncio y del alcalde, la patrona enfiló hacia Santa María, cargada por el cuarto turno, a cuya entrada el Coro Rociero de Cáceres le dedicó la Salve y la Banda Municipal, ‘Triana de Esperanza’.

La concatedral le abrió sus puertas y la patrona desfiló por la nave central de seis tramos bajo la imponente crucería gótica hacia su Trono de Gracia y Caridad. A las doce de la noche la policía local llega con la Corona Buena que ya luce la Montaña en su inigualable Novenario.

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