"Era silencioso y tranquilo. Tenía mucha confianza en su obra. Sabía que lo que había escrito era especial y que podía ser su fondo de pensiones".

Así recordaba a Stieg Larsson, ayer en Madrid, Elin Sennero, una de sus editoras suecas. Sennero había viajado desde Estocolmo, acompañada de la también editora de Norstedts Magdalena Hedlund, para presentar en España la tercera parte de Millenium, La reina en el palacio de las corrientes de aire .

Ayer, en la residencia del embajador sueco y fan de Larsson, Anders Rönquist, que hizo de anfitrión, y junto con la editora de Destino, Silvia Sesé, Hedlund evocó el momento en que recibió, en el 2004, la llamada anunciando que Larsson había muerto de un infarto: "Fue un shock tremendo. El día antes yo había tenido una reunión con Stieg. Hubo una crisis en la editorial".

Lo definen como alguien dedicado a su trabajo, con el corazón en el periodismo, que hacía muchas cosas a la vez, que dormía poco, fumaba demasiado, comía mal y se cuidaba poco. "Escribir era su forma de relajarse, le hacía feliz", opina Sennero. "En cuanto leímos los dos primeros manuscritos supimos que eran algo muy especial y él estaba encantado con sus libros", añade.

Enseguida llegaron a un acuerdo para publicar la trilogía. "El dejó la edición y el márketing en nuestras manos, era una persona fácil, confiaba en los demás", puntualiza Hedlund.

"Muy cuidadoso con los detalles, llegaba a preguntar a las chicas en el metro cuánto pesaban para hacerse una idea del peso de Salander", añade Sennero.