Hace cinco años que Juan Diego no pisa un escenario. Y es una pena, porque lo hizo, y con mucho poderío, en el Teatre Nacional de Cataluña, con aquel clamoroso éxito de El lector por horas , de Sanchis Sinisterra, que luego paseó por toda España, y guardaba de la ciudad la calidez de sus aplausos. En los últimos meses podría decirse que al actor le persigue un destino barcelonés, y es que sus dos últimos rodajes cinematográficos, El triunfo y Remake , se han localizado aquí.

A ellos se añade su regreso, en el Mercado de las Flores, el viernes y el sábado --y el 5 de agosto en el festival de Perelada--, con un curioso experimento a caballo entre el concierto y el monólogo teatral, con el que Juan Diego devolverá al desaparecido Manuel Vázquez Montalbán las horas de amistad compartida.

El pianista , con dirección de Xavier Albertí, adaptación de Lluïsa Cunillé y el piano de Jordi Masó, es un concierto dramatizado que supone una esquinada y concentrada lectura de la novela homónima de Vázquez Montalbán. Un ejercicio para piano y voz que para el intérprete sevillano tiene algo de caramelo envenenado. "El teatro exige una dedicación y un compromiso que no me puedo permitir ahora porque necesito estar cerca de alguien que me proporciona mucho conocimiento y placer, que es mi hijo pequeño, un chaval de 6 años", dice.

LUCIDEZ HISTORICA Al fin, la sencillez y el compromiso de la propuesta le han hecho claudicar. "Me quedé sin excusas; El pianista es un regalo", dice al tiempo que define la obra como un mirada lúcida por la historia y la resistencia, de las que se siente parte integrante. "Aunque no hubiera conocido a Manolo, aunque no hubiéramos compartido ideología, como demócrata y como luchador de la libertad, no podía negarme", dice arrastrado por el convencimiento de tener una misión.

El pianista , una de las mejores novelas del escritor y periodista, enfrenta a Doria y Rosell, dos jóvenes que poco antes de la guerra civil compartieron el sueño de la izquierda para acabar en la Barcelona preolímpica, uno como triunfador y traidor al viejo compromiso y el otro como triste perdedor pero con los ideales intactos. Juan Diego encarna a Doria y a Rosell y, por supuesto, prefiere al segundo: "¡Qué misterio doloroso es capaz de asumir el ser humano!", dice.