La vida de Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 1929-1990), fue intensa, transgresora y novelesca. Seductor, refinado, hedonista, de aspecto aristocrático, culto, homosexual, rico, elegante, promiscuo, excelente conversador, fumador, letrado, directivo de la Compañía de Tabacos de Filipinas y, a su vez, hombre de izquierdas y un gran poeta. Rasgos de los que se apodera ahora Jordi Mollá, que en la ficción cinematográfica interpreta al influyente y reconocido autor del diario Retrato del artista en 1956, del ensayo El pie de la letra y del libro de poemas Las personas del verbo .

Sigfrid Monleón, el director de La isla del holandés y del documental El último truco , asume la dirección de El cónsul de Sodoma , un proyecto producido por Andrés Vicente Gómez, que en un principio tenía que dirigir Agustí Villaronga. La película, que acaba de comenzar su rodaje, parte de la biografía escrita por Miguel Dalmau, que provocó cierta polémica al insistir en una trayectoria del poeta marcada por las contradicciones, el tabú de la homosexualidad, el abuso del alcohol, el desenfreno y la autodestrucción.

Gil de Biedma fue, en su juventud, todo un señorito. En la Facultad de Derecho conoció al editor Carlos Barral, quien le presentó a Juan Marsé, a José María Castellet, a Enrique Vila-Matas y a José Agustín Goytisolo. Años más tarde se sumó a la gauche divine y sus animadas noches de Bocaccio. Este mítico y desaparecido espacio de la Barcelona de los 70 se ha reproducido en la discoteca Changó de Madrid, donde Monleón rueda las escenas más desenfadadas de una cinta que, de entrada, huye del típico biopic.

"Ante todo es un relato sobre la identidad, el paso del tiempo y la experiencia amorosa. O sea, los grandes temas de su obra poética", expone Sigfrid Monleón.

"Los personajes de El cónsul de Sodoma son novelescos, pero mi enfoque no es superficial". El director insiste en que Gil de Biedma, que murió de sida a los 60 años, es una persona singular, insólita en la España de la época.