Truman Capote (Nueva Orleans, 1924 - Los Angeles, 1984) tenía apenas 12 años cuando le escribió una carta a su padre biológico, Arch Persons, un individuo irresponsable que se desentendió del niño casi desde su nacimiento. "Como sabrás --decía la misiva--, mi apellido ya no es Persons, sino Capote, y me gustaría que en el futuro te dirigieras a mí como Truman Capote, ya que todo el mundo me llama así". Con estas palabras, que dan testimonio de la precoz altanería del escritor pero también anuncian uno de sus dramas íntimos, comienza Un placer fugaz , el libro que reúne en más de 600 páginas todo el epistolario de Truman Capote (apellido que heredó, por cierto, de Joe Capote, el segundo marido de su madre).

La editorial Lumen ha escogido la fecha del 10 de marzo para publicarlo en España. Apenas tres días antes, el próximo martes, llegará a las librerías Crucero de verano , una novela de juventud (la escribió cuando tenía 19 años) que decidió no publicar y que todo el mundo daba por perdida hasta que en noviembre del 2004 Sotheby´s anunció la subasta del manuscrito, que obraba en poder del dueño de un apartamento de Brooklyn en el que el escritor moró durante un tiempo. Los expertos la consideran un excelencia literaria.

¿Dos importantes novedades capotianas en la misma semana? La coincidencia no es casual. Al fin y al cabo, el domingo se entregan los premios de la Academia de Hollywood, y sería una sorpresa que Philip Seymour Hoffman no se llevara a casa el Oscar al mejor actor por su interpretación del escritor en Truman Capote, película que se estrenó el pasado fin de semana en España y que opta a cinco estatuillas. El filme se basa en una biografía escrita por Gerald Clarke que Ediciones B acaba de reeditar con una nueva portada.

CARTAS ESPONTANEAS Gerald Clarke ha sido precisamente el encargado de editar la correspondencia reunida en Un placer fugaz . "Capote escribía a sus amigos tal como les hablaba, sin reservas, inhibiciones ni formalismos", apunta Clarke en el prólogo. Por ello, añade, sus cartas "muestran una espontaneidad de la que adolece la correspondencia de otros escritores, más cautos y deudores de otras servidumbres". Y aunque no son pródigas en revelaciones sorprendentes --Capote vivió casi toda su vida en el escaparate, por así decirlo--, sí conforman el preciso retrato de un hombre tierno, cariñoso, ególatra, generoso, chismoso, leal a sus amigos, provisto de una lengua de látigo, necesitado de una inmensa carga de afecto y consciente de su excelencia literaria.