El actor Carlos Iglesias ha debutado con buen pie en la dirección. Su película Un Franco, 14 pesetas se estrenó ayer en la sección competitiva del Festival de Málaga, con muy buena acogida. Es un proyecto que llevaba años en la cabeza y que le ha costado sacar adelante. En el filme reproduce una parte de su vida: cuando era un niño y su madre se lo llevó a un pueblo del norte de Suiza para convivir con su padre, un mecánico fresador que había emigrado un año antes. En la película Iglesias interpreta, lógicamente, el personaje de su padre.

Es una cinta digna y honesta en la que prevalece la ternura (sinñoñerías). También hay pasajes cómicos y otros de cierta dureza, concretamente en el regreso a un barrio periférico de Madrid tras cinco años de vida en Suiza. No hay referentes políticos directos, pero sí el ácido retrato de una sociedad, la de la dura vida de la clase trabajadora en la España de 1960 y 1966.

"En esta historia hay la memoria de 58 familias españolas e italianas que emigraron a Suiza. De ellas he tomado muchas vivencias, aparte de las relativas a mis padres --dijo Iglesias--. He rodado una parte del filme en la misma casa en la que me crié".