Siempre que veo un espectáculo de danza me admira el control de los músculos. Pertenezco a esa generación en la que, si uno leía, debía desdeñar el deporte: tiempo de gimnasio, tiempo que no estaba leyendo, pensando o escribiendo absolutamente nada. Y, sin embargo, luego descubres cuánta razón tenía Juvenal cuando decía aquello de «orandum est ut sit mens sana in corpore sano», que viene a ser algo así como que recemos para tener una mente sana y un cuerpo sano, que al fin y al cabo es el único sitio que habitamos todos.

Es también el cuerpo, un espacio político. Lo ha sido sexualmente (lo es sexualmente: también de represión, de palizas, de exilios) y lo ha sido en la construcción del pensamiento social. En Occidente, si uno baila por la calle y no forma parte de una escuela, no está haciendo un proyecto para subirlo a Youtube o no forma parte de una compañía de teatro de calle, es considerado un loco. En otros países de otros continentes, de África, por ejemplo, esto no ocurre, porque la expresión corporal es una de las muchas partes de la expresión total de los pueblos. Uno ocupa la calle bailando, de una manera bastante más rotunda y más extensa de la que lo haría si fuera caminando a alguna parte, aunque para esto haría falta tener unas aceras menos ridículas y una gestión comunitaria del tiempo mucho más efectiva. Digo comunitaria y no personal, porque la percepción del tiempo se legitima socialmente también.

La danza, que ha sido siempre y también uno de los mejores modos de seducción y apareamiento, ha sido la niña pequeñita de la cultura española, esa Marca España que se enorgullece de Tamara Rojo, Ángel Corella, Joaquín de Luz o Lucía Lacarra, pero que tiene teatros sin compañías de danza estables. Miremos alrededor: Portugal tiene el ballet en São Carlos; Chile, en el Teatro Municipal de Santiago. En Alemania, hay 80 o 90. Por cierto, el Staatsballet de Berlín lo dirige Nacho Duato, que ponía hace un año el dedo en la llaga cuando decía: «Aparentemente tenemos dinero para hacer aeropuertos y para regalar bolsos o naranjas o hacer chorradas. No es el dinero lo importante. Lo importante es el interés. Si el político no tiene interés por la danza y si no entiende que la danza tiene que formar parte del panorama cultural del país, entonces ya pueden pasar cien años, que la danza va seguir siendo la tonta del baile o la cenicienta de las artes. Dinero hay y se puede buscar. Lo que no hay es interés». Estuvo veinte años al frente de la Compañía Nacional de Danza y sus ballets están desperdigados y han desaparecido. Pasó lo mismo con Antonio Gades y con Antonio el Bailarín. Para los de Balanchine, en Nueva York, se creó una fundación.

Y así las cosas, sin público formado, con pocas giras, entre 2008 y 2015 el número de representaciones bajó casi un 56%. Se perdió casi la mitad de espectadores y algo más de la mitad de recaudación. Si no se representa, no se come. Son datos del último anuario de la SGAE. Por qué no hay en España una compañía de ballet con su teatro y con su orquesta es algo que no se entiende. Algunas ofrecen también, como organismo público que son, talleres para niños discapacitados, donde aprenden a usar mejor su cuerpo, o para refugiados, para que se expresen a través del movimiento mientras aprenden el idioma.

Paspie Danza, que surgió del afortunado encuentro entre Victoria López Talaván y Juan Luis Leonisio, tiene su sede en el Espacio Cinético Taktá. Allí se va a hablar de todo esto, de bailar, del cuerpo, de economía, de políticas culturales, de cómo está la situación en otros países, de la danza inclusiva, de los públicos, de los distintos públicos y de la creación de público (que empieza en la escuela —oh, acabamos de descubrir la pólvora—). Es una actividad de trabajo y de encuentro.

Allí va a estar Miguel Ángel Lozano, que lleva la Red de Teatros Alternativos. Cuando subieron el IVA cultural, hizo notar, como muchos, que iba a tener incidencia, sobre todo, en la diversidad, en los circuitos que no eran comerciales: porque, seamos serios, a David Bisbal no le bajan los números por el 21%: «La cultura siempre ha sido el lugar donde ocurre el debate social (...) Otra cosa es que se haga en mejores o peores condiciones, para los profesionales y los espectadores, con una tradición adaptada a las nuevas tendencias o que caminemos hacia una cultura episódica donde solo unos pocos levanten esa bandera».

Estará también Alberto García Vidal, mexicano, para hablar de cómo anda la cosa por ahí fuera: de la necesidad de asociaciones y colaboración. Habrá ponencias, mesas de trabajo, debates y danza para hablar del lugar en que se está en la región y a dónde se debe ir y con qué se cuenta para ir. Tener compañía es importante cuando uno habita la periferia.

Elias. Ensayo sobre el olvido. Sábado, 6 de mayo, 21.00 horas. Espacio Cinético Taktá (Navalmoral de la Mata).

María Zambrano, la palabra danzante. Domingo, 7 de mayo. 20.30 horas. Teatro del Mercado (Navalmoral de la Mata).