El dramaturgo Mario Gas presentó anoche en Mérida su Orestiada , la obra que pone el broche de oro a la cincuenta edición del Festival de Teatro Clásico de Mérida. Gas propuso un espectáculo sencillo, lineal y directo que explora la parte más oscura del ser humano en una lograda adaptación de uno de los últimos textos de Esquilo.

Con un arranque inquietante, el veterano director --hace casi veinte años de su estreno en la capital extremeña-- basa la representación en una simple pero efectiva puesta en escena de concepto circular adornada por una espectacular puerta que, pese a las dudas de Gas, acaba añadiendo lucidez a la obra. El director uruguayo demuestra que no hacen falta grandes alardes cuando el montaje es bueno. Un ejemplo, el ritmo que logra con el hecho de que los actores golpeen el suelo con sus bastones.

Además, y como buen conocedor que es del escenario emeritense, el director logra unos interesantes efectos visuales colocando la iluminación en la parte frontal del escenario, muy cerca del público. Esto provoca también que se configuren escenas en las que la luz tiene tanto peso como la oscuridad.

Durante las dos horas que dura aproximadamente el montaje, la palabra se convierte en la gran protagonista de la noche emeritense, teniendo como antagonista algunos silencios de gran intensidad. Pese a perder en algunos momentos la tensión, fruto sin duda de la dificultad de comprimir un original de seis horas en dos, lo cierto es que el texto vuelve a reafirmar la teoría de que la tragedia griega es el género más actual que hay.

TEXTO ACTUAL "No sea yo jamás un destructor de pueblos", reza el coro de Argos. Esta frase, dicha por primera vez sobre un escenario en el año 458, sigue a día de hoy removiendo conciencias y evocando imágenes de los informativos. Esquilo explora en Orestiada la parte más oscura del ser humano, dibujando personajes que sin parecer malas personas destacan por sus ansias de poder y venganza, por sus traiciones y su cobardía.

Por lo que se refiere a los actores, Gas puede presumir de haber hecho una obra coral pese a contar con algunos nombres importantes de la escena nacional, que se prestan incluso a interpretar varios papeles. Sobresalen los trabajos de Constantino Romero --la fuerza de su voz es incomparable--, Emilio Gutiérrez Caba y Vicky Peña.

Este trabajo supone un final más que digno para una edición del Festival de Teatro Clásico de Mérida por la que han pasado nombres como Héctor Alterio, Darío Fo y Dmitry Bertman.

El único punto negro fue el tiempo, con un frío inusual para estas fechas en una ciudad como Mérida y la amenaza de la lluvia hasta última hora. De hecho, el agua provocó que el ensayo general se suspendiese a escasos veinte minutos del final.