Ya no se habla en las familias del País Vasco como se hablaba hace medio siglo, ni el paisaje humano de esa tierra es hoy el mismo de entonces. A María Jesús Orbegozo (Zumárraga, Guipúzcoa, 1945), catedrática jubilada de Literatura, le inquietaba pensar que aquella trama vital que conoció en su infancia y juventud pudiera ser engullida por el olvido. Para conjurar ese peligro, acaba de publicar Hijos del árbol milenario (Planeta), su primera novela, que recorre la historia del País Vasco entre la guerra civil y la transición a través de la intrahistoria de una saga familiar.

Los Landaburu son el hilo conductor sobre el que Orbegozo teje un retablo de personajes --hasta 50 desfilan por las 600 páginas que tiene la novela-- y avatares que evoca desde la ficción cómo fue la vida en Euskadi a lo largo de buena parte del siglo XX. Al tiempo, la novela es una puesta en escena de los eternos conflictos intergeneracionales que han estado presentes en todo clan familiar desde la noche de los tiempos.

"La historia con mayúsculas se cuenta mejor a través de la vida de la gente común", apunta Orbegozo. Amante de la novela del siglo XIX y el XX y autora del libro de relatos Sueño sin trenzas , la escritora tuvo claro desde siempre que su mirada al pasado debía ser literaria. "No soy historiadora ni ensayista política. Tampoco quería reflejar mi vida; mis memorias contarían otras aventuras. La novela es el mejor canal para recrear aquel mundo", explica.

Los personajes del libro son ficticios, pero su trama está cruzada por hitos y páginas de la historia de Euskadi como la represión, la lucha antifranquista, la actitud del nacionalismo y el nacimiento de la banda ETA. "He querido ofrecer una visión amplia de la sociedad vasca, contar cómo se vivía, se hablaba y se pensaba allí durante esos años. Por eso he dado voz a todos, desde los obreros a los empresarios, desde los radicales a los que emigraron desde Andalucía- Pero los que hablan son ellos, yo no opino", destaca la autora.

Hija de Saturnino Orbegozo, industrial secuestrado por ETA en 1982, la autora acusa al "misterioso poder de la literatura" a la hora de explicar cómo alguien que ha sido parte de la historia puede ser equidistante al novelarla. "Al escribir se produce algo raro en la mente que te permite mostrar a cada personaje sin dogmatizar"..