En su última película, el director Fernando Colomo utiliza el fútbol como excusa. El partido de Rivales es solo un pretexto para hablar de las complicadas relaciones entre padres e hijos. Unos padres con chalet adosado y coche molón y unos adolescentes mudos que viven pegados a sus cachivaches para oír música. La comedia, además, habla de la obsesión por ser el número uno en una sociedad en la que está prohibido ser del montón. El filme también toca la violencia. También la homosexualidad. ¿Quién dijo fútbol?

Rivales --que se estrena hoy en los cines-- es la historia de un partido. El que tienen que jugar dos equipos juveniles. Uno es catalán. El otro, madrileño. El encuentro tiene lugar en terreno neutral: Sevilla. Hasta la ciudad andaluza se desplazarán los chavales acompañados de sus padres y sus entrenadores. La película narra ese viaje físico. Y también el psicológico.

Con piedras en el riñón y frustraciones en el alma, el personaje de Ernesto Alterio intentará llegar al corazón de su hijo, sobre el que ha volcado sus aspiraciones no cumplidas.

Al tiempo, la pija María (María Pujalte) se dará cuenta de que los horteras están más capacitados para disfrutar del sexo. Mientras, el personaje más político está en manos de Rosa María Sardà, catalana de pro que se enfrenta a un taxista madrileño amante de la Cope. "En Barcelona también hay taxistas que escuchan la Cope, ¿eh?", bromeó la actriz.

REIR ES SANO Colomo dejó claro que Rivales es "una película de fútbol para los que no le gustan el fútbol". "Es reflejo de la sociedad consumista. Todo son marcas. Los chavales quieren el último modelo de zapatillas. En el fútbol, como en la sociedad, ha dejado de ser importante jugar. Lo que hay que hacer es ganar. Por que si no, eres un completo perdedor", analizó ayer Colomo, un cineasta que sigue defendiendo a capa y espada las virtudes de la comedia mal que le pese a muchos. "Reírse de las cosas, incluso de uno mismo, es muy sano", le arropó Sardá.

´Rivales´ toca también un tema poco futbolero: la homosexualidad. Los entrenadores de los dos equipos --ambos están casados con mujeres-- tienen una relación en la que no se terminan de zambullir por miedo a los prejuicios ajenos y propios.

Durante la presentación de la película, el actor Javier Cifrián planteó la siguiente pregunta: "¿Se atrevería un padre a que su hijo jugara en un equipo donde el entrenador es gay?". Rosa Maria Sardá pidió la palabra para asegurar que ser homosexual no es sinónimo de pederasta.