Posiblemente, ´Arrástrame al infierno´, presentada ayer fuera de competición, sea el intento de Sam Raimi de demostrar al público, o a sí mismo, que su buena mano mezclando comedia y gore no se ha perdido entre tanta película de Spiderman y que sigue sabiendo hacer películas por menos de 200 millones de dólares. Es un motivo tan noble como otro, y por eso, ayer, en rueda de prensa, el director apenas se esforzó en esconderlo. "Me ha encantado hacer la saga de Spiderman, trabajar con los avances técnicos. Pero en esas películas no hay intimidad, es como si fuera a dirigir una orquesta sinfónica. Ahora es como si hubiera formado un cuarteto de jazz".