Puede que no tenga sentido presentarlo, pero hay que hacerlo aunque sea muy escuetamente. Fernando Alonso (Oviedo, 29 de julio de 1981), doble campeón del mundo de F-1 (Renault, 2005 y 2006) y nuevo candidato a la Triple Corona, GP de Mónaco de F-1, 24 Horas de Le Mans y 500 Millas de Indianápolis, que disputa hoy saliendo desde la quinta plaza.

-A veces se le percibe frío, distante.

-Seguramente, sí, como lo puede ser cualquier otra persona que tiene un trabajo exigente o un trabajo que requiere una gran concentración. Bajas del coche, te quitas el casco, estás con las pulsaciones a mil, pero te enfrentas a los medios de comunicación inmediatamente, a veces con preguntas cómodas, y a veces, incómodas. Ahí te intentas proteger un poco pero, en la cercanía, o con los amigos, desde siempre sigo siendo el mismo, un chaval divertido.

-Sin embargo es usted tremendamente sensible, con mucha empatía con gente a la que ayuda desde la más absoluta discreción.

-Bueno, sí, puede, pero eso ni lo cuento yo, ni debe saberse. Aunque, sí, al final la gente espera de ti otras reacciones o la frialdad y la distancia que proyectas en la tele. Pero soy muy sensible, me apetece estar con los míos, me apetece hacer feliz a la gente en lo que pueda ayudar y tengo gran debilidad por los niños. Siempre que ves la emoción de un niño, por lo que sea, porque me ve, o por cualquier cosa que le suceda en la calle, sale toda mi sensibilidad.

-¿Qué es lo que más diferencia a Fernando de Alonso?

-Supongo que muchas cosas. Es difícil de contestar. Hay un Fernando hijo, amigo, cuando estoy con mi familia, con mis amigos en Asturias. Es una persona normal, a la que no le cuesta expresar lo que siente o lo que piensa, siendo yo mismo, en la timidez, en las emociones. Alonso es un personaje que tengo que interpretar cada 15 días, un personaje mucho más duro, que no se rinde, que tiene una confianza infinita en sí mismo. Fernando tiene más dudas, más reflexiones. Alonso no puede mostrar esa debilidad, no puede dejar de intimidar a sus rivales.

-Ni hablar mal de su equipo, se llame McLaren o se llame Honda.

-El primer día que llegamos al circuito tenemos una reunión en la que el equipo nos dice cómo tenemos que tratar o enfocar cada situación, qué tenemos que decir, cómo trasladar al exterior los problemas que tengamos para no dañar la imagen del equipo. Es como si estuviéramos programados para ese fin de semana y es difícil ser uno mismo.

—Vive una vida intensa, su cabeza está a mil cosas... ¿qué recuerda?

-Muchas de las cosas que tengo grabadas pertenecen a mis viajes. No sé, al Gran Cañón del Colorado, a parajes extraordinarios o una isla pequeñita al sur de Japón, Saipán, y su acantilado de la muerte donde se suicidaban los japoneses en la segunda guerra mundial antes de rendirse al enemigo. En 17 años en la F-1 he conocido muchos sitios y culturas.

-Siempre le ha atraído la cultura japonesa, los samuráis.

-Me gusta, me inquieta, me interesa cómo podían lograr una fuerza interior más allá de lo normal, una lealtad increíble a su familia, la disciplina, la perseverancia...

-Son valores que usted posee, pero da la sensación de que los ha heredado, ¿o se lo ha forjado usted?

-Sí, sí, soy un reflejo de mis padres en todo. Reconozco perfectamente en mí la mitad de uno y la mitad de otro. Son los mejores padres del mundo, aunque eso lo piensa todo hijo. De mi padre tengo la fuerza increíble de afrontar todo y de no tener ninguna duda en nada. Mi fortaleza o confianza viene de mi padre. De mi madre tengo la sensibilidad, la preocupación por los que tengo al lado. Y me enorgullezco de ello.

-Sus padres trabajaban y vivió mucho con su abuela Luisa.

-Sí, llegaba del colegio y me daba la merienda, hacía los deberes y veía la tele hasta que llegaban mis padres. También me llevaba al colegio [ríe]. Cuando mi abuela me llevaba al colegio, yo tenía varios puntos intermedios: el puente, la guardería, un cruce... donde hacíamos minicarreras. Yo tenía que pasar esos tres puntos por delante de mi abuela.

-Y, con 4 años, ya tenía orgullo. ¿Qué papel ha jugado ese rasgo?

-Hay una época de tu vida, en la primera juventud, en la que el orgullo barra ego tiene más importancia. Con el tiempo, te vas dando cuenta de que no siempre se puede ganar, a veces salen bien las cosas, a veces, mal. No es que te tragues el orgullo, porque siempre está ahí, pero sabes lo que es, y sabes cuándo te puede hacer conseguir algo o no.

-Señáleme su mejor rasgo, su mejor cualidad como piloto.

-Mi mejor cualidad como piloto es adaptarme a cualquier coche. Soy un piloto muy versátil capaz de conducir un coche con subviraje, sobreviraje con este u otro tipo de neumáticos, con este u otro motor.

-Y su peor defecto, que lo tendrá...

-Soy demasiado emocional en el coche, muy pasional en todo lo que hago. No pienso mucho a largo plazo. No estoy superorgulloso de ello, pero lo intento mejorar.

-¿Y como trabajador?

-La dedicación. Pero es lo que exijo también a los que están alrededor. En este sentido, soy un poco pesado, un poco tocapelotas.

-¿Y como persona?

-La sinceridad. También es algo que quiero que tengan conmigo. Lo considero una cualidad, aunque muchas veces en este mundo de ser un personaje público lo que peor viene es ser sincero, porque todo el mundo espera que seas de una manera.

-Una autocrítica personal.

-No disfrutar de algunos momentos y encerrarme en mí mismo. Cuando hay problemas o cuando van bien las cosas. Soy desconfiado.

-¿Para ganar vale todo?

—Depende del momento de tu vida, de tu carrera. A veces es importantísimo ganar porque esa victoria define el futuro y en el deporte intentas cualquier cosa, dentro de unos límites, claro. Intentas todo lo que está en tu mano, aunque esté al limite. Si la pregunta es muy directa, respondería que sí, que para ganar, a veces, vale todo. Y, en ese todo, sabemos bien de lo que estoy, estamos, hablando, pues nadie quiere juego sucio ni barbaridades.