Purito Rodríguez llegaba, como todos, sin aire en los pulmones y cayéndole el sudor, como si fuese agua, tremenda la subida hasta lo alto del pueblo de Cazorla. Ascendía el corredor catalán sin poder deleitarse mirando los olivos, aceituneros altivos, y casi sin tiempo para responder a un nuevo ataque de Esteban Chaves, al que llaman Chavito , el tapado de la Vuelta. Por ahora.

Se refrescaba Purito por unos instantes, en una meta tan estrecha y con tanta gente como en el camarote de los hermanos Marx. Tras recuperar el aliento se sentía motivado porque se había encontrado bien en una cuesta de las que le gustan, algo más de tres kilómetros de subida con tramos, por las calles de Cazorla, donde era necesario retorcerse y donde debe ser calamitoso para los vecinos andar cargados con bolsas.

Pero llegaba a la meta, en lo más alto del pueblo, con un mirador perfecto para ignorar la televisión y ver la subida de los ciclistas en vivo y en directo, con una duda, la que ya comienza a embargar a buena parte de la caravana de la Vuelta. ¿Es Chaves el ciclista tapado de la prueba? "Pues ojo con él en la alta montaña", aviso de Purito.

"Mañana (hoy para el lector) saldremos de dudas. Si aguanta habrá que contar con él", era la reflexión de Chente García Acosta, técnico del Movistar, quien hablaba de la primera subida seria (18 kilómetros de ascenso en la Alpujarra) y pura de montaña.

Chaves, ayer y el domingo, se destapó para demostrar que a los 25 años sube con la rapidez de su compatriota, de la misma edad, Nairo Quintana. Logra tierra de por medio con sus ataques, mientras detrás todos se vigilan, todos pendientes de los movimientos de Purito, Chris Froome o Alejandro Valverde. Chavito aún goza de libertad sin fianza. ¿Hasta cuándo? Porque él, mientras se sienta libre, mientras lo dejen mover como a un pájaro, continuará arañando segundos; casi un minuto ya saca a las sudorosas estrellas de la Vuelta 2015.