El cielo chorreaba agua y la pista era un espejo. La lluvia convertía la carrera en algo imposible y, sin embargo, ellos, vestidos de cuero, forrados de plástico y subidos a sus corceles de acero se deslizaban por el asfalto como si estuviese seco. Sus rivales se derretían bajo el diluvio. Valentino Rossi se caía, Dani Pedrosa abandonaba, Maverick Viñales desaparecía y Jorge Lorenzo iba haciendo la goma.

En el día más esperpéntico de la temporada Marc Márquez y Andrea Dovizioso protagonizaron, de nuevo, uno de los mayores y más atrevidos espectáculos de la tierra: jugar al escondite con motos que superan los 300 kms/h, chocar sus carenados, o rozarlos, lamer el suelo, mirarse en el espejo y reconocerse héroes, apurar frenadas mientras la rueda trasera pierde contacto con el suelo y acelerar a sangre mientras la delantera vuela.

YA SOLO QUEDAN DOS / El GP de Japón fue tan impresionante, tanto, que no podía acabar de otra manera que imitando a La Cúpula del Trueno, dos entran, uno sale. Ya está. Rossi ya no cuenta; Pedrosa, casi y Viñales ha jurado dejarse el alma el domingo, en Phillip Island (Australia), para intentar el más difícil todavía.

Si miras el palmarés de Dovi y lo comparas con el libro de Márquez no hay color: gana Márquez. Pero esto no va de eso. Va de mecánicas poderosas y chicos atrevidos. Y la Ducati (cuatro de sus motos entre las 10 primeras) es mucho mejor que la Honda (solo una RC213V, la de Márquez, entre las 10 mejores). Da la sensación, sí, que Márquez está muy por encima de su moto. Da la impresión de que a Dovi le gusta el reto. «Sí, me encantaría pasar a la historia como el antimárquez, pues Marc es el mejor piloto en el cuerpo a cuerpo y parece que puedo ganarle. Marc es puro coraje, yo me lo pienso más pero, cuando toca, también arriesgo».

Legado este momento, diluvio, pista resbaladiza, título en juego, los dos han decidido convertirse en los gladiadores de La Cúpula del Trueno, provocando las delicias de 52.400 japoneses.

Y, como no tuvieron suficiente con la batalla de Spielberg, en las montañas de Austria, ayer nos regalaron la II parte. Una maravilla, un placer, un gozo, una visión estremecedora, una última vuelta de título. «Cuando uno lleva detrás a Marc sabe que se la va a jugar, sabe que hay peligro, riesgo, hasta la última curva. Él dice que no, pero yo sí me he acordado de Austria en ese último giro loco. Por eso he tratado de cerrar todos los huecos pero Marc siempre, siempre, encuentra donde meterse, suerte que, como en Spielberg, se ha ido largo y he podido ganarle en aceleración y vencer», contaba Dovi tras la batalla.

«Ha sido también en la última vuelta, también en la última curva, también por dentro, un adelantamiento calcado al de Austria y hasta ha terminado, por desgracia, con el mismo resultado: perdiendo. No sé cómo le he adelantado, pero le he adelantado. No sé cómo he podido trazar la curva y no caerme, pero debí intentarlo», dijo Márquez, eufórico por la gesta, feliz por haber cedido «solo» cinco puntos en un circuito que era de Ducati, de Dovi. ¿Por qué lo has intentado tan salvajemente? le preguntó Damià Aguilar, de Catalunya Radio: «Porque es importante que los rivales vean que, aunque te estás jugando el título, te atreves, sigues siendo Marc Márquez Alentá. Es importante que el rival te vea intentarlo».

Márquez reconoció que estuvo a punto de caerse tres veces. «En la curva 7, creía que nos íbamos los dos al suelo. Dovi también lo creía, pero nos salvamos. Ha sido milagroso, desde luego. Si quieres el título hay que correr así. Y Dovi lo sabe». El cielo chorreaba agua y la pista era, un espejo. Era La Cúpula del trueno: dos entran, uno sale.