Centenares de amigos, entre los que se encontraban los Duques de Palma, y las máximas autoridades deportivas españolas, encabezadas por Jaime Lissavetzsky, secretario de Estado para el Deporte, asistieron ayer al sepelio de Jesús Rollán (Madrid, 1969), que se celebró en el Tanatorio La Paz, de Tres Cantos.

En el último adiós al ex aterpolista olímpico español no faltaron su compañeros de selección, hombres como Manel Estiarte, Jordi Sans, Salva Gómez, Iván Moro, Sergi Pedrerol o Iván Pérez, vestidos de riguroso luto, con rostros desencajados, que buscaban abrazados algún tipo de consuelo.

Rafael Blanco, director general de Deportes y expresidente de la Federación Española de Natación; Santiago Fisas, consejero de Cultura y Deportes de la Comunidad de Madrid y amigo personal de muchos de los waterpolistas, intentaba consolarles.

Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español, cuyo organismo sufragaba los gastos del tratamiento al que estaba siendo sometido Rollán, escondía sus ojos bajo unas enormes gafas negras.

El exseleccionador nacional Joan Jané y su sucesor, Rafael Aguilar; Juan Gerardo Koninckx, presidente de la Federación Española de Natación; el extenista Alex Corretja, el exatleta Colomán Trabado, entre otros, abarrotaban la sala del tanatorio donde estaba la capilla ardiente.

La infanta Cristina y su esposo, Iñaki Urdangarín, a los que Rollán había presentado en los Juegos de Atlanta-96, asistieron al acto religioso que precedió a la incineración.

Al término de una emotiva homilía, Marcos, el menor de los hermanos de Jesús Rollán, recién llegado de Estados Unidos, dio las gracias a todos los asistentes en nombre de la familia y pidió intimidad para el momento final. Una cerrada ovación despidió a Jesús Rollán.