Algo ha cambiado entre las dos escuderías más poderosas de la F-1. El tiempo en el que Ferrari y McLaren se despedazaban ante los tribunales, en la FIA, o frente a los medios de comunicación, ha dado paso a una singular alianza: rivales en la pista y aliados fuera de ella. Se han convertido en enemigos íntimos que maniobran sincronizados en los despachos para asegurarse que ellos, fundamentalmente ellos, serán los protagonistas del campeonato, gane uno u otro. No van a tolerar otro fenómeno Brawn GP, no quieren consentir que Red Bull les robe su estatus. Quieren manejar los destinos de la F-1 desde la Asociación de Equipos de F-1 (FOTA).

La tensión llegó a su climax con el caso de espionaje en 2007. Ron Dennis y Jean Todt escupieron entonces ante la FIA, los jueces y el mundo todo el rencor que se profesaban desde años atrás. Otra generación, otro estilo, ha tomado el relevo. Martin Whitsmarsh y Stefano Domenicali, sus herederos en McLaren y Ferrari, respectivamente, juegan en otro escenario. "El mundo feliz de los recursos ilimitados ha tocado a su fin. Se acabaron los presupuestos infinitos. Tenemos que colaborar", explica el ferrarista.

La prueba de la amistad

Es frecuente ver a Whitmarsh y Domenicali charlar amigablemente en el paddock , Quizá por ello, McLaren ha sido extremadamente cautelosa al juzgar la trifulca entre Fernando Alonso y Felipe Massa. "Eran los más rápidos en la pista y ganaron", resumió Whitmarsh.

No solo los jefes se reúnen. No es raro ver hablar entre los camiones a Paddy Lowe y Aldo Costa, los responsables de diseño. Hace tres años les hubieran acusado de espionaje. Ahora el rumor apunta a todo lo contrario. Hay quien especula que el buen rollo llega incluso a intercambiar "cromos técnicos" del tipo, --es una suposición--: "yo te ayudo con el conducto F y tu me chivas algo del alerón delantero flexible". No quieren que otro Brawn les birle el Mundial, el dinero y el protagonismo, no van a tolerar que un equipo sin historia, como Red Bull, los ponga en solfa por mucho Adrian Newey que diseñe sus coches. Se necesitan el uno al otro, y lo saben.

"Los dos equipos tenemos una idea común, queremos ganar este año, el que viene, los próximos cinco y los próximos diez años. No sé cuantos equipos tienen ese objetivo. La F-1 sin Ferrari sería muy, muy pobre, difícilmente podría existir, y sin McLaren y Ferrari, directamente no lo haría. Necesitamos seguir peleando juntos", afirma con rotundidad Whitsmarsh.

Ellos manejan la FOTA, esa asociación de equipos que ha menoscabado el poder de Bernie Ecclestone y, sobre todo, el de la FIA. Luca di Montezemolo y Whitmarsh se alternan en la presidencia de un grupo que llegó a amenazar con la escisión para poder controlar presupuestos, reglamento y los beneficios. "Nos necesitamos y tenemos que trabajar juntos", dice Whitmarsh. Y así trabajan.