"Me fui a dormir a medianoche y a las cuatro de la madrugada, al despertarme, me pellizqué para saber si era verdad que habíamos conquistado la sede de los Juegos". La sensación que tuvo el presidente Luiz Inácio Lula da Silva fue similar a la de millones de brasileños. Pero Río de Janeiro será el escenario de los Juegos Olímpicos del 2016. Lo que les ocurrió no ha sido un sueño colectivo.

Cuando se conoció la noticia, la Bolsa subió a ritmo de samba, y también subió aún más la popularidad de Lula, que estaba cerca del 82%. Este nuevo triunfo de Lula incrementa su prestigio internacional. Su ministro de Hacienda, Guido Mantega, aseguró que los Juegos contribuirán de manera decisiva al mejoramiento de la ciudad maravillosa. Mantega garantizó que "buena parte de la infraestructura para los Juegos estará lista tras la Copa del Mundo" de fútbol que se disputará en ese país el 2014.

Brasil es el país del momento. Su economía ha salido de la recesión. Los hallazgos de hidrocarburos en la plataforma marítima son cada vez más grandes y presagian un destino de potencia petrolera. En los próximos años, el deporte de élite pasará inexorablemente por sus grandes ciudades. Pero, aún en medio de la euforia carnavalesca, que se completa hoy con la fiesta de la victoria en Copacabana, uno de los balnearios emblemáticos de la ciudad, no falto la pregunta impertinente: ¿Podrá Río de Janeiro estar a la altura de las circunstancias? "Brasil es un país que se acostumbró a cumplir con los contratos", les dijo Lula a los pesimistas.

Es que en las últimas décadas el rostro de Río se ha transfigurado por una combinación de factores que destiñeron su aura de ciudad maravillosa, esa a la que le cantó con exaltación hedonista Joao Gilberto cuandó grabó en 1958 el disco sencillo Chega de saudade , de Tom Jobim y Vinicius de Moraes, que es considerado la primera bossa nova.

Aquellas canciones, entre las que se contaban, claro, Garota de Ipanema , hablaban de una ciudad en la que se materializaban las grandes aspiraciones de los urbanistas al mezclar el asfalto y la modernidad arquitectónica con la desmesura de la naturaleza. Pero la creciente desigualdad social y la irrupción del narcotráfico convirtieron a Río en lo que los sociólogos llaman "una ciudad dual". A partir de los años 60, miles y miles de pobres se asentaron en las colinas y la periferia. El mundo de las favelas modificó el panorama de Río desde todas las perspectivas. Esos territorios son hoy objeto de disputa entre las distintas bandas de narcos.

Los problemas

"Llega la violencia / llega la grosería", cantan McAbelha y McBibil en el Rap de la baixada . El dúo recuerda, en clave de funk, el baile más popular del suburbio precarizado, que no hay hoy reja electrizada o valla que atenúe los niveles de violencia de Río. El Instituto Brasileño de Geografía y Estatística (IBGE) contabiliza en 5.000 las muertes por año de personas entre los 12 y 18 años. Un 10% son cariocas. Y, la mayoría, naturalmente, favelados .

Los contrastes de Río azoran. La distancia entre la sofisticación y el desamparo es muy corta. La misma ciudad que nuclea a una brillante intelectualidad, que brilla por el diseño, la moda, el desparpajo del carnaval y, naturalmente, su música, es la que invita al espanto cotidiano. La violencia se ha incrustado en la vida cotidiana.

Unas 10.000 personas están armadas en las favelas . El 60% de ellos están por debajo de los 18 años. La mayoría se inicia a los 13, pero hay innumerables casos de niños de ocho años pertrechados. Los narcos confían en ellos para tareas simples como llevar un mensaje o comprar un refresco.

Esa es la manera de iniciarse e ir subiendo en el escalafón criminal, si antes no los encuentra la muerte. Es el deporte el que salva a miles de jóvenes de ese destino atroz. ¿Los Juegos de 2016 en Río contribuirán a atenuar el lado oscuro de la ciudad?