Nunca jamás hasta ayer había habido tanta expectación en el Club de Golf de la Playa de las Américas. Lance Armstrong y Alberto Contador, con sus gorras de béisbol, forzaron las sonrisas, pero se tendieron la mano ante decenas de cámaras. Doscientos periodistas acreditados, cadenas de televisión de Estados Unidos y de media Europa. Ayer, en la isla de Tenerife, más fría de lo habitual, se certificó la que sin duda será la gran noticia ciclista de la próxima temporada.

El duelo fratricida que mantendrán dos aparentes compañeros del conjunto Astana para convertirse en el número uno del 2009. Porque Armstrong ha regresado para ganar la octava ronda francesa. Y porque Contador, lejos de ser su gregario, tiene la aspiración de una segunda victoria. Sin embargo, en París, en los Campos Elíseos, solo habrá un vencedor.

Esta mañana, un día antes de que Contador cumpla 26 años --11 menos que Armstrong--, se harán las primeras fotos oficiales, aunque con maillots distintos, porque el tejano solo llevará la ropa del Astana en competición. Ha vuelto y lo ha hecho gratis para concienciar al mundo de lo importante que es luchar contra el cáncer. Por eso, con la carretera abierta al tráfico, luce la camiseta de su fundación con el color amarillo que conquistó siete veces en París. ¿Habrá una octava coronación? "No sé si podré ganar otro Tour, pero lo intentaré".

ENEMIGO EN CASA Es el aviso. Es la constancia de que Contador tiene al enemigo en casa. Y él lo sabe. Por esta razón, intentó a finales de septiembre forzar su salida del Astana. Se quedó porque un pleito por la vía civil se habría alargado varios meses y porque el ciclismo está en crisis, como medio mundo. Ninguna escuadra, con sus filas cerradas para el 2009, puede hacer frente a los casi tres millones de euros anuales --es el segundo corredor del mundo mejor pagado después de Valverde-- que estipula la ficha del vencedor del Tour 2007, el Giro 2008 y la última Vuelta, carrera a la que posiblemente volverá al año próximo.

La convivencia entre ambos es muy correcta en Tenerife porque los dos saben que no volverán a coincidir, con calendarios opuestos, hasta la disputa del Tour. El tejano, por si acaso, ha llegado a Canarias en un estado de forma exquisito porque no desea que nadie en el Astana se suba a sus barbas y porque ha querido demostrar al resto del equipo que sigue siendo el boss y que su hambre de victoria es insaciable, como antes de irse. "Sé que el carácter de Armstrong es muy fuerte, pero yo también tengo el mío y sabré utilizarlo en el momento apropiado", declaró.