La publicación, ayer en este periódico, de la lamentable trifulca entre entrenadores en un partido de fútbol 8 de niños en Cáceres, vino acompañada de un día especialmente movido por la cantidad de llamadas telefónicas y mensajes que recibí a través de las redes sociales. En los tiempos que corren, se me hace saludable esta conexión entre el periodismo y la calle, incluso desde el punto de vista de la crítica negativa.

No estoy feliz, sin embargo, por las interpretaciones que han hecho diferentes personas de la noticia, absolutamente contrastada a través de diferentes fuentes. Uno, que se considera un buen encajador, no ve bien, sin embargo, estar ubicado en el centro de la diana, primero porque los periodistas no somos --o no deberíamos ser-- el objeto del debate. Desde las dos partes, las representadas por el Nuevo Cáceres, de un lado, y el Cacereño, de otro, recibí quejas sobre cómo había «sobredimensionado» el suceso, con todas sus derivaciones, matices y exageraciones u omisiones, que de todo podía haber.

Pues miren ustedes: el día anterior, después de darle muchas vueltas, me centré en lo importante, y que posiblemente varios de los que me criticaban ayer obviaban, cegados ellos. Y es que había niños que no llegaban a los diez años asistiendo a un espectáculo deplorable de entrenadores-delegados enfrascados en un rifirrafe (seamos suaves). ¿Que hubo más o menos golpes o que sólo se agarraron del cuello? ¿Qué se rompió únicamente un cristal de unas gafas? ¿Qué empezaron unos y que los otros eran unos ‘santos’, o quizá viceversa? ¿Que hubo alguien sobreexcitado que insultó, incluso a los propios jovencísimos futbolistas? ¿Que no había fuerza pública?

Todas estas circunstancias son, bajo mi punto de vista, una cuestión baladí comparada con la gravedad de la falta de respeto para con unos jovencísimos deportistas. ¿Qué pensarían ellos, realmente, de un partido que no pudieron terminar?, me pregunto. Me quedo con que, al menos, se han tomado medidas en uno de los clubs dando de baja a su entrenador, y que el otro esperaba el acta antes de decidir. Pero, por favor, no miren más allá.