Garbiñe Muguruza ya tiene el plato grande. El Rosewather dish. Es la nueva reina de Wimbledon. El ojo de halcón le dio el punto de la victoria pero ella se lo ganó durante 1 hora y 17 minutos sobre la central con un espectacular partido para imponerse a Venus Williams por 7-5 y 6-0. Un resultado contundente en un último partido en el que encadenó de corrido ocho juegos seguidos sin que la estadounidense tuviera respuesta.

La «energía» que Serena Williams le mandó a su hermana no tuvo efecto. Venus se encontró al otro lado de la red a una Muguruza impulsada por la energía de quien quiere un objetivo. Si en el 2015 la victoria se le escapó ante Serena Williams. Entonces era quizás demasiado joven, inexperta y la final como en un cuento de hadas. Ayer no. Dos años después entró en la central de Wimbledon convencida de ganar. «Serena Williams me dijo que algún día ganaría, y aquí estoy», dijo.

Muguruza estaba dispuesta a sufrir sobre la hierba y con el techo cubierto, por la lluvia, lo que hiciera falta ante una Venus Williams que buscaba su octavo título en Wimbledon, a los 37 años. La batalla se anunciaba dura. Las dos preparadas por un pulso de fuerza para imponer su saque y su pegada de derecha para desbordar a la rival. «Como ha sacado y cómo ha restado la tía», le decía tras el partido Muguruza a Conchita con la que se fundió en un abrazo. «!Yes!», le gritó y besó a su entrenadora temporal, la tenista que 23 años antes vivió en ese escenario mágico, la misma felicidad por ganar a la estadounidense Martina Navratilova, también con 37 años como Venus.

Agresividad / La exnúmero 1 mundial lo intentó en la primera manga. Puso todo su empeño. Apuntó con su servicio a las líneas (3 aces y 72% de puntos ganados con el primer servicio), afinó su puntería y mandó obuses a la línea de flotación de la española (12 ganadores), pero Muguruza le respondió cada ataque y se defendió con convicción y agresividad para devolverle la moneda (75% de primeros y 10 ganadores).

Venus tuvo las primeras oportunidades para decantar el marcador de su lado. Dispuso del primer break point en el sexto juego y después de dos más con 5-4 para ganar el set. Pero Muguruza sacó su garra, se aferró a la pista para salvar la situación. Un golpe que dejó grogui a Venus. La estadounidense no se recuperó. En el siguiente juego Muguruza le arrebató el saque de salida y salió catapultada al triunfo. No cedió un juego más para certificar la victoria en menos de media hora con el ojo de halcón. «He visto claro que iba fuera y no he dudado en pedir el challenge», dijo. La emoción quedó cortada para ella, Venus y 15.000 aficionados, hasta ver el out en la pantalla.

No le supo mal celebrarlo con frialdad. La fiesta empezaba después para colocarse el plato en la cabeza y pasearse por Wimbledon mientras la llevaban de un lado al otro. Primero para saludar al rey emérito Juan Carlos y a Arantxa Sánchez Vicario, ayer invitada en el royal box, que le decía «el rey es talismán, lo digo por experiencia...», después para abrazarse a Manolo Santana y ver su nombre ya inscrito en el palmarés, junto a esa larga lista de Williams a las que quería suceder para salir a la terraza del All England Tennis and Croquet Club para mostrarlo a los aficionados que coreaban su nombre mientras ella señalaba el trofeo con el dedo índice levantado.

NUEVA GENERACIÓN / El primero de Wimbledon, el segundo Grand Slam tras Roland Garros (2016) y que seguro que no será el último. A sus 23 años, a Muguruza se le abre un futuro esplendoroso para ponerse al frente de la nueva generación que debe suceder a las hermanas Serena y Venus Williams. No quería pensar en eso. Quería disfrutar del momento mágico. «Aquí está», dijo en la ceremonia en la pista a Sue Barker, ex tenista y comentarista, que le pidió un mensaje para su entrenador Sam Summyk. Muguruza compartió su felicidad con todos.