Rubén Pérez Chueca (Zaragoza, 7-8-80) protagoniza estos días una de esas historias futbolísticas tan poco habituales en otros ámbitos de la vida. Hace apenas cinco meses era portero suplente del Badajoz y no contaba para su entrenador, Nene Montero, con el que mantenía un sordo enfrentamiento. Fue en Navidad cuando recibió una llamada del Nástic, de Segunda, para completar su equipo, en principio como reserva. Sin embargo, y contra todas las previsiones, Rubén se hizo con la titularidad casi desde el primer momento y ha sido una de las claves para que el equipo de Tarragona consiguiese el sábado el ascenso a Primera División tras 56 años sin lograrlo.

Las cualidades del guardameta maño se conocen bien en el Nuevo Vivero, adonde llegó en el verano del 2004 de la mano de Juanma Generelo y Gudi. En su primera temporada como albinegro fue imprescindible, pero la llegada de Montero hace un año frustró su trayectoria. El técnico, tras unos partidos de alternancia, prefirió a Roca y Rubén buscó nuevos horizontes que, en un giro del destino, le han llevado a la máxima categoría.

Grandes reflejos

Aún es joven para triunfar al más alto nivel, confirmado las condiciones que le encumbraron a ser internacional sub-15 cuando era un adolescente. Los grandes se lo disputaban. Después, no pudo desarrollarse del todo entre el Alavés B y el Huesca y su carrera entró en un momento de duda.

Destaca por su agilidad, valentía y colocación, como ha vuelto a acreditar en Tarragona. Sus estadísticas cuando ha jugado resultan espectaculares: en quince partidos, su equipo ha ganado diez, ha empatado tres y sólo ha perdido dos. En Jerez, el sábado, fue su última exhibición.