He de confesar que hoy he pasado mi peor día en este Tour. Por eso, porque he salvado una jornada de pésimas sensaciones, porque he salido vivo de la etapa reina de los Alpes, me voy a dormir feliz y contento. Mañana nos toca jornada de descanso, solo de forma aparente, porque seguramente subiremos al Iseran. En los Alpes, no hay carreteras llanas para entrenar.

¿Qué me ha pasado? Pues que desde el principio he notado que no iba cómodo sobre la bici. Una sensación desagradable, que ha empeorado cuando he notado calambres. Era justo cuando Arroyo se iba en compañía de Rasmussen. Aun así, he sabido sufrir y aguantar en el pelotón importante durante la etapa.

De este modo nos hemos plantado en Tignes. Ha llegado allí el momento clave. Ha atacado Moreau y Valverde ha sabido responder. Los planes del equipo se centraban en que Alejandro respondiera a la primera gran ofensiva y que tanto Karpets como yo protegiéramos sus espaldas y no nos moviéramos del pelotón.

Cuando se ha descolgado Gerdemann he notado que me costaba seguir el ritmo. He hecho algo típico en mí. He tomado aire durante unos 30 segundos y he ido cogiendo una marcheta hasta volver a enlazar. Entonces me he dado cuenta de que quien entraba en crisis era Vinokurov. He acelerado y al final le he arañado unos segundos.

Pero lo mejor ha sido ver a Alejandro en su sitio. Ya está delante. Pero le tenemos que calmar. Le repetimos que no se ponga nervioso en carrera. Que ataque una vez y que sea la buena. Es mejor para él que no haga tantas exhibiciones. Un buen ataque, uno solo, el bueno, y para arriba.