Los discursos intentan inyectar confianza, pero las cifras no dejan mucho lugar al optimismo. Ayer, el presidente de EEUU, George Bush, pidió paciencia a los ciudadanos para empezar a ver los resultados de su plan de rescate y trató de apaciguar las críticas. Pero mientras la Cámara de Comercio de Washington escuchaba sus promesas de que la "extraordinaria" intervención "a la larga" revivirá la economía, las estadísticas señalaban el avance hacia la recesión.

Los temores sobre el paro, los sueldos y los ahorros han podido más que el alivio de la bajada del precio del combustible y ha hundido el índice de confianza de los consumidores en la más acentuada caída de su historia: 12,8 puntos. Si en septiembre esa confianza estaba en el 70,5%, ayer se supo que en octubre se ha situado en el 57,5%, su segundo nivel más bajo desde 1980. Minutos antes de que Bush hablara, el Departamento de Comercio dio a conocer otra mala cifra. La construcción de nuevas viviendas cayó en septiembre un 6,3%, hasta niveles que no se veían desde 1991. El número de permisos solicitados se redujo también en un 8,3%.

Las cifras negativas, sumadas a las de la caída de la producción industrial (2,8%) y de las compras al por menor (1,2%), explican que nueve de cada diez estadounidenses, según la medición de confianza de los consumidores que realizan Reuters y la Universidad de Michigan, creen que la economía está ya en recesión. Y la mala situación hace que muchos auguren otro recorte de tipos cuando la Reserva federal se reúna el 28 y 29 de octubre.

Bush, mientras, continúa defendiendo el plan. "Sé que muchos estadounidenses tienen reservas sobre el enfoque del Gobierno, especialmente acerca de la participación en bancos privados, pero la intervención no es una toma de control", aseguró ayer, y defendió que tomó la medida contra su filosofía de libre mercado "como un último recurso" para evitar el colapso.