"Estoy nervioso". "Tengo miedo". Casi cualquier conversación que se mantiene estos días con un individuo implicado en el mundo económico empieza con esta declaración que define un estado de ánimo global respecto a España. Estamos un paso antes del pánico colectivo. Y si los mercados lo dan, el país no podrá evitar el rescate ni un periodo de depresión que duraría años.

Como un clamor, se levantan las voces que en público y en privado reclaman al Gobierno, si no le exigen, un gesto contundente para evitar lo impensable. Se pide en público, pero más aún cuando los micrófonos se apagan. Porque los problemas de la deuda pública afectan a la financiación de todas las empresas del país. Si hasta el Santander, el mayor banco de la eurozona, tiene que pagar mucho más que sus rivales mundiales equiparables para financiarse, qué no será del resto del empresas. Como advertía ayer Banca Cívica, la banca está en una situación de "precolapso financiero".

Pero no es el único frente. Los especuladores han apostado 900 millones a la baja contra los bancos españoles. The Economist dice que el euro está en manos de Zapatero y le reclama más reformas. Todo el mundo de acuerdo, pero eso tampoco garantiza que España no caiga y que después vayan a por Bélgica o Italia. Por eso cada vez más voces piden al BCE que se lance a comprar deuda europea y también se reclaman medidas excepcionales contra la especulación.

Pero nada es fácil. La cancillera Angela Merkel aseguró ayer que no hay riesgo de insolvencia de ningún país europeo, al tiempo que el representante alemán en el BCE abría la puerta a ampliar la dotación del fondo de rescate europeo. Algo que podría ser positivo, pues había dudas en el mercado de que pudiera asumir la ayuda de España. Pero que termina siendo negativo, porque los inversores lo interpretan como una prueba de que el rescate es inevitable.

Así las cosas, la diferencia del bono español a diez años con el alemán de referencia volvió a tocar niveles históricamente altos de 250 puntos básicos, con la rentabilidad de la deuda disparada por encima del 5%.

El Ibex 35, en consecuencia, llegó a desplomarse el 1,9%, aunque luego corrigió hasta un retroceso del 0,21% que le llevó a cerrar en los 9.721 puntos. Una jornada muy volátil, porque el cierre por fiesta de Wall Street redujo mucho el volumen de actividad. Pero todos los analistas interpretan la recuperación como algo técnico. El problema de fondo sigue vivo.