Hace seis meses, en cada decisión de la Reserva Federal de Estados Unidos, en cada uno de sus comunicados, aparecía un fantasma: la inflación. Ahora, con la recesión como una realidad confirmada, esa sombra se ha desvanecido ante el avance de un monstruo más destructivo: la deflación. Y ayer, el mismo día en que se supo que el índice de precios de consumo de EEUU sufrió en noviembre el mayor descenso de su historia, el 1,7%, la Reserva Federal anunció otro recorte en los tipos de interés desde el 1% a entre el 0 y el 0,25%, un nivel sin parangón.

Con ese recorte, mayor de lo anticipado, la Fed se metió en un territorio desconocido en EEUU --y que Japón ya experimentó en los 90 para luchar contra la deflación--. Y anunció que es una situación que puede alargarse "cierto tiempo", lo que descarta de hecho en el futuro inminente ninguna subida de tipos.

SIN MAS HERRAMIENTAS El banco central que preside Ben Bernanke dejó así en prácticamente cero su capacidad para tratar de incentivar la economía a través del recorte de los tipos, herramienta que ha perdido gran parte de su valor en esta crisis.

Los bancos siguen siendo reticentes a prestar y los ciudadanos no tienen por tanto acceso al dinero, y así lo reconocía la Fed en su comunicado de ayer: "Desde la última reunión, las condiciones del mercado laboral se han deteriorado .... La perspectiva de actividad económica se ha debilitado aún más".

El comunicado reafirmaba también el camino emprendido por la Fed y que deberá proseguir: aplicar políticas heterodoxas como la compra de enormes cantidades de bonos del Tesoro a largo plazo, títulos vinculados a hipotecas o papel comercial. Esas medidas representan la creación de dinero, y el balance de la Fed ha pasado de los 900.000 millones de dólares a más de 2 billones. Incluso podría alcanzar los 3 billones de dólares cuando complete su plan de compra de deuda.

"La Reserva Federal está dando dinero y los bancos lo ahorran, pero cuando las cosas vuelvan a la normalidad los bancos querrán empezar a prestarlo, y si todo ese dinero se deja en la base monetaria será extremadamente inflacionista", advertía ayer en The New York Times Alan Blinder, profesor de Princeton.

Es indudablemente un riesgo de futuro, pero no de este momento, como reconoce ahora la Fed y confirmaban ayer los datos del Departamento de Trabajo. La impactante caída de la inflación --la mayor desde que se registra el índice a partir de 1947-- ha estado impulsada ante todo por la caída de los precios de la gasolina. Y ha llegado junto a otros datos que señalan la profunda contracción de la economía, como la caída del 18,9% de la construcción de nueva vivienda.

Las bolsas, que habían arrancado el día ya con subidas impulsadas principalmente por la expectativa del recorte de los tipos, culminaron esas ganancias y, en Wall Street, el Dow Jones cerró por tercer día consecutivo con ganancias. En Europa, donde los parquets cerraron antes de conocer la decisión, las ganancias dominaron. El Ibex 35 registró una revalorización del 1,59%. El euro fue otro de los beneficiarios al mejorar su cotización con el dólar y cotizarse a 1,3985 unidades. Y el petróleo, que rondó los 50 dólares, descendió a 44 tras conocerse la noticia.

NOTICIAS POSITIVAS Que los mercados están ansiosos por cualquier noticia positiva es obvio, pero pocas veces en los últimos días ha quedado más claro que ayer. Goldman Sachs anunció pérdidas, las primeras desde que salió a la bolsa en 1999, pero los malos resultados fueron recibidos con entusiastas subidas en sus títulos de hasta un 7,8%. ¿La explicación? Las pérdidas que se habían previsto eran peores.

Los resultados que están por venir no son esperanzadores. Ayer mismo, Best Buy, el gigante de la electrónica de EEUU, anunció que sus ganancias durante el último trimestre son un 77% menores que las del 2007. Y el consejero delegado de la compañía, Brad Anderson, alertó de que, con la crisis, hay "un cambio dramático y potencialmente duradero en el comportamiento del consumidor".