Yushenko ha ganado la primera batalla, pero sus problemas no han hecho más que empezar. Se dispone a liderar un país resquebrajado, tradicionalmente sometido a la madre Rusia y ahora dividido entre Putin y la UE. Una prueba de laboratorio que será decisiva para el futuro de Ucrania. De momento, el nuevo presidente deberá concentrarse en la urgente reestructuración de las industrias carbonífera, energética y de las telecomunicaciones, una tarea nada fácil en un país donde las oligarquías se encuentran atrincheradas en el Parlamento y la sorda lucha que se libra entre las instituciones políticas no permite alentar la perspectiva de rápidas reformas.

Mientras, la nueva Ucrania no puede aspirar a una fecha eventual para unirse al club europeo. Bruselas ha decidido ponerla en cuarentena y observar su comportamiento con respecto a los vecinos que ya han sido aceptados en el seno de la Unión. Ya no quedan misiles nucleares que vender y ahora empieza la dura realidad.

*Periodista.