Es urgente encontrar 20.000 millones de euros al año para doblar la producción de alimentos antes del 2030, dar de comer a todos y bajar los altos precios actuales. Si no, se multiplicarán las guerras y los conflictos en todo el mundo, inclusive en los países ricos, que tendrán dinero para comprar comida pero no habrá alimentos que adquirir. Así resumió el presente de la alimentación el director de FAO, agencia de la ONU para la Agricultura y Alimentación, Jacques Diouf, a los más de 50 jefes de Estado y de Gobierno de 183 delegaciones que desde ayer se reúnen en Roma para hacer frente al problema del hambre, los precios de los alimentos y los biocarburantes.

El diagnóstico de Diouf fue compartido por los presentes, a quienes aseguró que "se acabó el tiempo de las discusiones y llegó la hora de pasar a la acción". Las recetas presentadas por los mandatarios coincidieron en algunos aspectos. Los países pobres pidieron a los ricos que pongan fin a los subsidios agrícolas "porque distorsionan los mercados" y los países desarrollados afirmaron que "así no se puede continuar, porque es un escándalo que, en el siglo XXI, 862 millones de personas no puedan acceder a una alimentación adecuada", por lo que todos los organismos (ONU, FAO, FMI y Banco Mundial) "deberán trabajar en red".

DOBLAR LA PRODUCCION El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, pidió aumentar la producción de alimentos. "El mundo necesita producir más comida. La producción necesita crecer en un 50% para el 2030 para copar la actual demanda", aseguró. Ki-moon también exigió pasar de las palabras a la acción y requirió un consenso mundial para la utilización de los biocombustibles, así como otras medidas con las que paliar la crisis.

Benedicto XVI envió un discurso en el que dijo que "es inaceptable" que tantas personas pasen hambre, por lo que en el mundo se debe superar "la paradoja de la subordinación a las decisiones de pocos". El hambre "no es una fatalidad, sino un problema de justicia", dijo, que exige "elaborar nuevas estrategias y reformas estructurales".

Por su parte, el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, denunció que "mientras el aumento del consumo es menor que el de la producción y el mercado está lleno de petróleo, los precios están subiendo de forma constante en una situación artificial e impuesta".

La defensa de los biocarburantes corrió a cargo de EEUU y del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, quien afirmó que, como el colesterol, "hay etanol bueno y malo" y que el primero sale de los carburantes producidos con la caña de azúcar y los segundos, de los cereales que "son subvencionados y sustraen suelo a la producción de alimentos". Añadió que "el dedo que acusa a los biocombustibles está sucio de petróleo".