Después de varios años siendo una fuente permanente de ansiedad para la economía mundial, la Europa del euro ha dejado de estar en el ojo del huracán. El Fondo Monetario Internacional (FMI) señala en su último informe que la estabilidad financiera ha mejorado en el Viejo Continente tras haber quedado temporalmente aparcados los problemas de financiación de Grecia. Los bancos son hoy más seguros y el crédito se está recuperando, una de las condiciones indispensables para huir del estancamiento que amenaza a la eurozona. Pero no todo son parabienes. El Fondo también apremia a Bruselas para que complete la unión bancaria como antídoto para futuras turbulencias. Los riesgos se han trasladado a los mercados emergentes, atenazados por el desplome de las materias primas y una menor liquidez en los mercados.

"Las políticas para reforzar el sistema bancario han fortalecido la confianza y la seguridad, y tanto la oferta como la demanda de crédito han aumentado", asegura el informe presentado este miércoles en Lima (Peru). Para el FMI las políticas de estímulo del Banco Central Europeo "están empezando a funcionar", pero la capacidad de las entidades financieras para contribuir al despegue de la actividad es todavía limitada porque no les acaban de salir los números. "Los bancos de la zona euro son los que más dificultades están teniendo para generar beneficios sostenibles, en parte por los elevados ratios de préstamos morosos".

La prueba de que le falta fuelle a la tímida recuperación europea puede observarse en el nivel de inversiones reales. El Fondo subraya que es todavía inferior al de 2008, el año en que estalló la crisis, y "la previsión para que crezcan a medio plazo es decididamente débil". Tampoco se han resuelto del todo los problemas derivados del elevado endeudamiento público y privado de algunos, aunque sus analistas constatan que los cortafuegos levantados para evitar un contagio desde Grecia han funcionado.

Más incierto es el panorama que se dibuja fuera de las fronteras del euro, especialmente en los mercados emergentes, que centran actualmente la preocupación del organismo que dirige Christine Lagarde. No solo por su ralentización, sino por los efectos colaterales que podría tener la normalización monetaria en Estados Unidos.

El FMI considera que si esa normalización monetaria se hace de manera gradual y ordenada servirá para reducir la incertidumbre y frenar potenciales burbujas, pero no descarta sobresaltos en los mercados y huida de capitales de los países en desarrollo. Y no quita la vista de encima al proceso de transición china hacia un modelo de crecimiento económico más sostenible.

"Mientras que la transición china y su consiguiente ralentización se anticipaban desde hace tiempo, de materializarse una caída del crecimiento mayor de lo esperado, podría generar considerables efectos y riesgos para otros países".