El temor a una recesión global se cebó ayer de nuevo tanto en el petróleo --que cayó hasta el nivel de 66 dólares, una cota no vista desde mayo del año pasado-- como en los paneles de los parquets europeos, que volvieron a teñirse de rojo con fuertes pérdidas del sector financiero.

Pero el saldo fue menos catastrófico de lo que cabía esperar después de que Tokio abriera el día con un desplome del 11%, el peor desde el crash de 1987. El Dow Jones de Nueva York, en una sesión zigzagueante, acabó, después de que los mercados europeos cerraran en pérdidas, con un empujón de última hora del 4,68% (401 puntos) por el bajón del crudo, que cerró a 66,32, y la aparición de gangas el día después de registrar su peor caída en 21 años.

Pero en el fondo sigue la incertidumbre. La sombra de una caída del producto interior bruto (PIB) mundial por el trasvase de la crisis financiera a la economía real en forma de menos actividad y paro, síntomas que ya se perciben claramente en todas las economías avanzadas, persiste. En EEUU, la Reserva Federal reveló que en septiembre se registró la mayor caída mensual de la producción industrial (-2,8%) desde 1974.

El Ibex cedió el 4,11% y acumula casi el 40% de retroceso desde enero. Como ejemplo del resto de Europa, el índice Eurostoxx 50 se dejó el 6%. Los inversores prevén que, como consecuencia de una posible recesión, las cuentas empresariales empeorarán. Y ¿hacia dónde va el dinero? Esencialmente hacia los depósitos y cuentas sin riesgo.

Los mismos síntomas manifestó ayer el crudo, ya que los inversores prevén una menor demanda por la recesión. La caída libre del barril empujó a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) a convocar una reunión de emergencia para el 24 de octubre, en lugar del 18 de noviembre como preveían, con la vista puesta en un recorte de oferta para contener precios.

CARBURANTES A LA BAJA Desde el récord alcanzado el 11 de julio pasado (147,50 dólares), el barril acumula una caída del 56%. En realidad, en apenas tres semanas ha perdido en torno a un tercio de su valor, un declive sin precedentes desde que comenzaron a cotizarse los contratos de futuros en Londres en 1983. Esa evolución, con caídas tan virulentas como en su día lo fue la subida, ha alarmado a los países productores. Mientras, en cambio, aleja el peligro inflacionista.

La única satisfacción que proporciona este escenario a los ciudadanos es el descenso de los carburantes. Los precios de venta volvieron a bajar ayer, al situarse la gasolina sin plomo de 95 octanos en 1,10 euros y el gasóleo, en torno a los 1,115 euros. El diésel ha bajado casi el 6% en apenas dos semanas y la gasolina, el 7%.

En ese periodo, los carburantes en los mercados mayoristas de referencia se redujeron el 17% para el gasóleo y el 22% para la gasolina. Con respecto al récord de julio, los precios de venta han caído hasta el 18% en el caso del gasóleo, pero los del mercado mayorista, el doble. Según la patronal petrolera, AOP, esa diferencia se justifica por el tipo de cambio --cuando el petróleo subía, el dólar bajaba; mientras que ahora que el crudo baja, el dólar sube--.