Con cierto retraso, buena parte de los comentaristas están llegando a la conclusión de que el cara a cara entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy fue una cosa más bien floja e inexacta. Pero, en cualquier caso, está condicionando una campaña que en estos momentos parece discurrir como un mero trámite a la espera del nuevo duelo previsto para el lunes (el partido de vuelta, dicen). En cambio, el gran debate a siete bandas que llevará a cabo hoy RTVE no ha levantado ni la misma expectación ni el mismo morbo.

Rajoy está contento, muy contento. Se sabe la lección de maravilla y mantiene un ritmo sostenido. No se está complicando la vida intentando jugar al moderado. Pega y pega con todo lo que tiene. En un resumen final de los cuatro años de legislatura, el presidente del PP no renuncia a nada que le sirva para desacreditar a Rodríguez Zapatero: la lucha antiterrorista, la economía, la unidad de España, el bienestar de la gente, la seguridad, la inmigración... Es un surtido completo, como esa caja roja de bombones variados, solo que el candidato de la derecha no está precisamente de dulce.

Rajoy está en forma. Lo dijo ayer en Tenerife, donde ciertamente se le vio muy suelto y lanzado: "Estoy bien --dijo con alegría--, estoy en forma, estoy preparado para gobernar España". Es una especie de mantra que viene repitiendo en casi todos los mítines. Al parecer, ensaya así actitudes y frases que luego le puedan servir para los famosos debates.

Rajoy se la juega. Si su mensaje salvapatrias no consigue arrastrar a los votantes y encima moviliza a las izquierdas, mala suerte. Pero él sigue ahí, poniendo a parir a su oponente. Le ayudan mucho la vaguedad del discurso zapaterista y la escasa fortuna que suele tener el actual presidente del Gobierno a la hora de explicarse con garbo.

Pero Rajoy no puede estar seguro de lo que vaya a suceder el 9-M. Las prospecciones demoscópicas tampoco se lo aclaran, aunque sí desvelan una mayor simpatía (así, en general) hacia Zapatero (el cual, por cierto, mitineó ayer en el País Vasco). Además, el resultado más manejado por los encuestadores hasta ahora (empate o similar) tampoco le va muy bien que digamos a la derecha. Si gana por los pelos tendría que ponerse otra vez de acuerdo con los nacionalistas... pagando, naturalmente. Lo cual explica que varios analistas próximos al PP estén dejando caer por ahí la tesis de la Gran Coalición; o sea, una salida a la alemana justificada por los intereses patrios.

Zapatero ha dicho que ni a él ni a su partido les interesa un arreglo postelectoral con el PP. Lo cierto es que sería como un acto contra natura después de la que ha caído.

Al filo de lo imposible

Mas la política suele moverse al filo de lo imposible. Ridao, el candidato de Esquerra Republicana, agitó ayer el fantasma de esa supercoalición asegurando que el objetivo de un hipotético entendimiento PSOE-PP no sería otro que perjudicar a Cataluña. Claro, qué va a decir.

Curiosidades de la jornada: El conservador Martínez Pujalte dio a entender que la esposa de Fernández Bermejo, ministro de Justicia, se inventa lumbalgias para cogerse una baja tras otra. Juan Costa, el experto económico del PP antes de que llegase Manuel Pizarro, se lució en Castellón asegurando a su público que los aragoneses "seguro que están dispuestos a compartir con los valencianos las aguas sobrantes del Ebro". Llamazares hizo todo lo posible por llamar la atención, como cada día. A Zapatero le entrevistaron en Antena 3. En la Sexta, Wyoming estuvo genial en su particular versión de la campaña. Tele 5 difundió un sondeo que pone al PSOE en la misma línea de la mayoría absoluta. Para este sábado se ha convocado un acto organizado por Falange Española en San Sebastián. Los batasunos, por supuesto, acudirán también a poner la guinda. ¡Buuufff!