Eduardo Salvà Lezcaun, de 24 años, uno de los seis hermanos de Diego, el agente de la Guardia Civil asesinado hace hoy un mes junto con Carlos Sáenz de Tejada en Palmanova, en el municipio de Calvià (Mallorca), estaba buscando trabajo en Amsterdam y decidió regresar a Palma tras acabar una entrevista de trabajo en la Agencia Espacial Europea. Quería volver con los suyos. Y los suyos son casi una legión: sus padres --el mallorquín Antonio Salvà, reconocido urólogo de las islas, y la pamplonica Montserrat Lezcaun-- y sus seis hermanos, Alvaro, Diego, Borja, Leticia, Marina y Fátima.

--Así que nada más llegar, se fue al encuentro de su hermano Diego.

--Bueno, lo primero no. Fui viéndolos a todos y, por la noche, como no cabíamos todos en casa de mis padres, decidí ir a dormir a casa de mi abuela, ya que al día siguiente tenía que acompañar a mi madre a la casa que tenemos en S´Horta, a 65 kilómetros de Palma, porque debíamos arreglar algunas cosas antes de entregársela a la familia que la tiene alquilada. Y, sí, estuve con Diego y le pedí prestada la PSP para jugar esa noche.

--Y se la dejó, claro, cómo no.

--Me la prestó, sí, pero me pidió que no utilizase su jugador, su perfil. Y la verdad es que esa noche no lo utilicé, no, pero ahora es el que más uso, por supuesto. Y con gusto.

--¿Cómo se enteró usted de su muerte?

--Nos llamaron a nuestra casa de S´Horta. Yo estaba en ese momento cortando el césped. Sentí una impotencia increíble, sobre todo por estar lejos de él. Sentí mucho dolor, me derrumbé. Fue un impacto terrible. Lloré durante horas.

--¿Cómo reaccionó su madre?

--Como reaccionaría cualquier mujer que ha traído al mundo siete hijos, con gran entereza. No soltó ni una lágrima. Después, durante el entierro, le dijo a un periodista: "No lloro porque no quiero darle a ETA ese placer". Y, en efecto, mientras localizaba a mi padre en Ibiza, donde estaba pasando consulta, cogió el coche y condujo hasta Palma, pues yo era incapaz, no ya de conducir, sino ni siquiera de enlazar diez palabras seguidas. La reacción de mi madre no me sorprendió. Ellos, mis padres, siempre han dado ejemplo de fortaleza a todos sus hijos.

--¿Cómo reaccionó al saber que había sido un atentado de ETA?

--No reaccioné, me dio exactamente igual. Tardé muchas horas en enterarme de cómo había muerto Diego. Si te dicen que ha muerto tu hermano, lo que menos te importa es cómo, dónde, por qué. Sufres tanto, que no preguntas ni quieres saber.

--¿Qué siente ahora, cuando se cumple un mes de la muerte de Diego?

--Siento lo mismo que entonces: tristeza. Tristeza, no solo por su muerte, también por la del bueno de Carlitos Sáenz de Tejada. Y, sobre todo, me inunda la melancolía por cómo se desarrollaron los hechos: era su primer día de trabajo después de debatirse, durante cinco meses, entre la vida y la muerte. Se recuperó sacrificándose lo que nadie se ha sacrificado en esta vida. Estuvo 23 días muerto, se recuperó y, el primer día que volvía al trabajo, van y lo matan. A la banda terrorista esa no le doy ningún protagonismo. Son cuatro mandados, que enviaron a un par de peones aquí. Aquí, en Mallorca, todo eso nos pilla, o nos pillaba, muy lejos.

--¿Cree que los etarras escogieron Mallorca para demostrar su fortaleza?

--Ellos saben que con violencia no van a conseguir nada. ¡Por favor! Estamos en pleno siglo XXI, hace mucho que Franco solo está en los libros de historia. Lo único que han conseguido es fastidiar a cuatro familias, llenarlas de dolor y punto. Cuando me enteré de que uno de los detenidos era un tal Alberto Machain, de Pamplona, hablé con amigos y me dijeron que se trataba de un muchacho marginado, con una minusvalía, que no se llevaba bien con nadie. Y deduje que, últimamente, ETA se nutre de gente con problemas, a los que les debe de ser mucho más fácil comer el coco.

--¿Que opinaba Diego de todo eso?

--Cero, nada. Dudo que supiese quién era ETA. Yo jamás hablé con él de ellos, ni de política. Nadie en nuestra pandilla, y somos unos 50, habla de política. Es más, solo cinco votaron en las últimas elecciones. Mire, le voy a decir una cosa: esa banda lo único que pretende es generar rabia, odio y mucha tristeza, pero ya no llega a tiempo. En España, y especialmente en Mallorca, hay mucha armonía, paz y amor, y eso no lo cambian ni las bombas. El tiempo va a resolver esto, seguro. En una generación, ETA habrá desaparecido.

--¿Qué hizo que su hermano Diego entrase en la Guardia Civil?

--Para él era un curro. Ni más ni menos. Diego era motero de vocación y, de trabajo, guardia

Pasa a la página siguiente