El pasado domingo, 2.631.527 catalanes no expresaron su opinión sobre el Estatuto que regirá el autogobierno de Cataluña. O sí la expresaron, precisamente con su ausencia. Varios expertos consultados por este diario atribuyen la abstención a la falta de competición de la cita, al polémico proceso de tramitación del texto y a la ausencia de interés de los ciudadanos.

Francesc Pallarés, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Pompeu Fabra, dice que, a pesar de que "cualquier retroceso en los índices de participación debe mover a la reflexión", los resultados cosechados el domingo hay que considerarlos "normales". En su opinión, la clave radica en que en la consulta del domingo faltó uno de los elementos que más ciudadanos arrastra hasta los colegios electorales, la "competición".

La falta de emoción es también uno de los argumentos que esgrime el profesor de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona, Agustí Bosch. "Cuando se sabe el desenlace, hay más abstención", señala.

El profesor de Ciencia Política de la Universidad del País Vasco, Francisco Llera, sin embargo, señala que esa misma falta de emoción se dio en el referendo de 1979 (que contó con una participación 10 puntos superior). Llera señala otras causas, como el mismo proceso de tramitación del Estatuto en que "se ha mareado a la gente".

El politólogo Joan Font también cree que en el proceso "los ciudadanos se han ido quemando", a lo que hay que sumar que el Estatuto "no interesa a todo el mundo".

Estos elementos se combinan, según Font, con algo más estructural, como es el cambio de chip de la sociedad española: "Cada vez hay menos gente que entiende el voto como un deber cívico para entenderlo como un derecho", es decir, ha desaparecido la concepción del tener que ir a votar para convertirse en si voto bien, sino, también .