Puede que en los próximos meses vuelvan a verse uniformes colgados en los tendederos de Euskadi. Hoy, la ropa de los 15.000 policías de los tres cuerpos --Ertzaintza, Cuerpo Nacional de Policía y Guardia Civil-- se lava en casa y se escurre en el cubil de una secadora o en las tinieblas de un sótano solitario. De momento, seguirá siendo así para no dar pistas al enemigo --ETA--, pese a que en el País Vasco han aparecido los primeros rayos de sol.

Esperanzas fundadas

"La noticia del alto el fuego es fenomenal", declara sin más preámbulos R. N., un policía nacional del área de información, que más comandos ha desarticulado. Y lo mismo piensan el ertzaina C. I. y el guardia civil M. B., consultados, que piden que su nombre no sea revelado. Todos ellos, en las grandes operaciones antiterroristas, van cubiertos con pasamontañas.

Hay tanto miedo como esperanza en la nueva etapa. Todos han tenido en sus brazos a colegas asesinados. Pese a ello, coinciden: "Esta vez todo apunta a que va muy en serio". Los policías siguen llevando una bala en la recámara, aunque admiten que el ambiente está más relajado. El guardia civil subraya que ya no se va a Logroño a divertirse. "Ahora, incluso, me quedo en Lekeitio o voy a ver a mis compañeros destinados en Deva", explica.

En cambio, R. N, con más de 15 años en Euskadi, sostiene que hace una vida lo más normal posible, desde el principio. Sin embargo, admite que a su hijo no le dijo que era policía hasta los 14 años. "Desde el primer día me mentalicé que quería vivir aquí y dejé de pensar que me tenía que ir. Tengo mi cuadrilla de amigos y voy de tapeo al Casco Viejo de Bilbao. Creo que se puede ser un buen vasco sin haber nacido aquí ni ser nacionalista".

Lo hizo tan bien que ha sido dos veces presidente de la comunidad de vecinos. En la última reunión dice que un hombre le susurró: "Desde el principio, sabemos que eres policía". Y R. N. se ríe cuando lo cuenta. Sin embargo, nunca fue víctima de un atentado o amenaza.

No es el caso del ertzaina C. I., al que le colocaron un explosivo en la puerta de casa y, luego, intimidaron a su familia. Ni el del guardia civil, que hizo regresar a su mujer y a sus dos hijas a su casa de Murcia porque en unos papeles intervenidos a ETA apareció el itinerario a la escuela de la más pequeña.

Hoy, el agente vive solo. Trabaja dos meses seguidos y descansa entre 15 y 20 días. Por estar en el País Vasco cobra un 70% más --unos 3.400 euros, en total-- que sus colegas del resto de España. "Nosotros íbamos a comprar a pueblos del entorno y si salíamos a comer a un restaurante hacíamos 50 kilómetros, y a veces más. Y aún así nos descubrieron".

Para el ertzaina esas diferencias salariales serán un inconveniente para alcanzar la paz. "Hay grupos reducidos en ETA y en las fuerzas de seguridad que viven por encima de la media. Unos por la extorsión y otros por los sobresueldos. Esto va a ser muy difícil de atajar porque por medio hay hipotecas y letras de coches". Y otro escollo, el negocio de la seguridad privada: "Sólo el Gobierno Vasco se gasta 10.000 millones de pesetas. ¿Se podrá acabar con esto?".

Las dudas

Pese a las dificultades, C. I. opina que, esta vez, "los interlocutores son válidos", porque son miembros del Gobierno y de la organización terrorista. A R. N. le preocupa que el que lleve "la voz cantante" por parte de ETA sea Josu Ternera y hayan sido orillados dirigentes que cree más moderados. Para el guardia civil, si el Gobierno acepta hablar es porque tiene garantías.

El inspector de policía recuerda que en los últimos 30 años más de 800 personas han sido asesinadas y 2.000 resultaron heridas, sin contar el sufrimiento producido por 60 secuestros. "Pese a ello, la gente vive y come bien".

Su colega guardia civil juzga clave la salida de los presos: "Cuando comiencen a salir se acaba el conflicto". Y el ertzaina afirma que un juez le dijo: "Dentro de poco, le veo de escolta de Pakito dirigente etarra encarcelado".