De la euforia a la decepción. Al grueso de los agentes de la Guardia Civil de Roquetas de Mar (Almería) se les acabó ayer el balón de oxígeno con el que sobrevivían desde el pasado lunes, cuando la juez desestimó la petición de meter en la cárcel al teniente y un agente por su presunta implicación en la muerte de un hombre en el patio del cuartel tras reducirlo de forma violenta el pasado 24 de julio.

La tertulia de varios agentes ayer por la tarde, tras la comparecencia del ministro del Interior, José Antonio Alonso, era un cuadro que reflejaba no sólo decepción sino también mucho desánimo y preocupación. El temor que tenían se vio confirmado al ver cómo el responsable de Interior cargaba con dureza contra la actuación de sus compañeros en el suceso.

Los agentes del cuartel de Roquetas tenían ayer órdenes expresas de no hacer declaraciones. Por eso, las que se recogen a partir de este momento se hacen desde el anonimato.

Fuera de la localidad

La mayoría de los nueve agentes imputados, incluido el teniente, no estaban ayer en el cuartel. "Se han quitado de en medio por consejo de los psicólogos y están fuera, con sus familias", explicaba un guardia civil para añadir: "Pero el teniente ha pasado de la alegría de quedar en libertad, porque se veía en prisión, al desánimo". "Está hecho polvo", sentenciaba.

Adiestrados para llevar a cabo una obediencia ciega, en tanto que militares, los cuatro agentes reunidos ayer coincidían en afirmar: "No nos ha quedado otra posibilidad que unirnos y hacer un frente común para intentar salir lo más airosos posibles de la situación". "Callar y ayudar en todo lo que podamos", matizaba uno.

Un fuerte sentimiento corporativista, sobre el que parecen no haber reflexionado demasiado, aflora en cuanto se entra en materia. Corporativismo y silencio. Una estricta y respetada ley del silencio. En una institución militar, las represalias, aseguran, están a la orden de día.

Los guardias del cuartel de Roquetas saben y callan. "Para que puedas hacerte una idea, hay agentes imputados que no han explicado lo que saben aunque eso significara salir airosos ellos mismos", decía uno mientras otro le tiraba del brazo para que se callara. Y es que con el discurrir de la conversación, las prevenciones iniciales se relajan.

"Nos han dejado abandonados", se sinceraba un agente, para añadir: "Los políticos nos han juzgado antes que los jueces, tanto que se llenan la boca con la presunción de inocencia". Sin darse cuenta, usó el plural, como si lo que están viviendo sus compañeros imputados le pasara a él.

"La única forma de mostrar nuestro malestar es cogiendo la baja", añadió otro. "¿O acaso alguien se cree que hay 20 tíos que se encuentran mal?", pregunta sonriendo para añadir: "La baja es una medida de presión". Todos los contertulios coinciden al afirmar que va a haber más bajas en los próximos días y que ya se están preparando los refuerzos de agentes para el cuartel de Roquetas, con un volumen de trabajo muy importante.

En el mismo barco

Los cuatro agentes intentaban constantemente desviar la conversación cuando ésta volvía irremisiblemente al día de los hechos. "Sin nombres ni más datos sólo decimos que hay nueve personas imputadas pero que no deberían estar todas metidas en el mismo barco", decía el mismo agente al que volvía a tirarle del brazo su colega. "Si alguien se pasó, fueron dos", añadió antes de callarse definitivamente. Deja claro que no todos comulgan con el teniente. El café había terminado.

La comparecencia de Alonso en el Congreso de los Diputados, ampliamente seguida entre los agentes de la Guardia Civil, pasó con más pena que gloria para el resto de la población, repartida entre las preocupaciones laborales diarias y un relajado pulso veraniego.

Ni un solo bar de las cercanías del cuartel y de los juzgados, separados por escasos 200 metros, tenía sintonizada en la televisión ni en la radio la comparecencia de Alonso. "Es cierto, era hoy, ni me acordaba", fue una de las respuestas más repetidas por los vecinos de Roquetas consultados.