No hay duda de que el expresidente del Gobierno José María Aznar vuelve a estar de moda o, al menos, en boca de casi todos. Unas veces, porque mitinea con el candidato popular a las europeas, Jaime Mayor Oreja; otras, porque está de gira presentando su nuevo libro, España puede salir de la crisis, y, en ocasiones, porque se convierte en protagonista involuntario de debates sobre seguridad o decide despacharse a gusto y entrar, sin paños calientes, en polémicas varias. Y esto fue precisamente lo que hizo ayer en una conferencia que dio en la Universidad San Pablo CEU.

Aznar cargó, en primer lugar, contra la "verborrea iletrada" de algunos miembros del Ejecutivo por reabrir el debate del aborto. "Hay que sospechar de un Gobierno que manifiesta dificultades graves para distinguir lo que es humano de lo que no lo es, tanto en la versión iletrada como en la versión de la cátedra", sentenció el expresidente.

Respetar el consenso

Después, admitió haber votado en contra de la legislación sobre la interrupción del embarazo todavía vigente y matizo que, si la mantuvo durante los años en los que estuvo en el poder, fue porque "nadie es perfecto en la vida" y porque prefirió respetar una decisión de consenso. A continuación, arremetió contra aquellos que pretenden convertir el aborto en un derecho y permitir a las adolescentes de 16 años que puedan practicarlo sin el permiso de sus progenitores.

Pero Aznar todavía repartió más estopa. Al Tribunal Constitucional por no cumplir con su responsabilidad, dijo, al retrasar por más de tres años la sentencia del Estatut. Al sistema educativo catalán, subrayando que con dos horas de castellano a la semana, los padres tendrán que invertir sus recursos en mandar al niño a aprender español "a Albacete". Hasta del 11-M tuvo tiempo de opinar el expresidente. Por si alguien tenía dudas, Aznar aclaró que sigue manteniendo que sus autores no se esconden "en desiertos remotos".