No hubo miedo sino mucho desconcierto. La mayoría de los 190 pasajeros del tren Intercity que cubre la línea entre Irún y Madrid no se enteraron del motivo por el que se vieron obligados a hacer en autobús el trayecto desde Burgos hasta que llegaron a su destino.

Sólo los viajeros de uno de los autobuses supieron que habían realizado más de la mitad del trayecto con una carga explosiva mortal. Un muchacho llamó a su madre, que formaba parte del pasaje, al móvil y le informó de la noticia que estaban facilitando algunas emisoras de radio. Será un 24 de diciembre difícil de olvidar.

"Nos dijeron que se trataba de una avería", relató a Efe uno de los viajeros a su llegada a la estación de Chamartín, de Madrid. Fue la explicación que les dieron para desalojar el tren en Burgos, una parada habitual.

Todos se quedaron esperando en el andén hasta que la policía mandó desalojar también la estación burgalesa, "sin nervios y con mucha tranquilidad", según el testimonio de un taxista de la ciudad castellana.

Renfe dejó el operativo en manos de las fuerzas de seguridad. El objetivo de los empleados del ferrocarril fue fletar media docena de autobuses para trasladar a los pasajeros a sus localidades de destino: Valladolid, Avila y Madrid.

Ajetreo sin protestas

A pesar del ajetreo, no hubo aglomeraciones ni protestas. Los viajeros, eso sí, sólo pensaban en ver la manera de poder llegar a sus casas para celebrar la Nochebuena. Atendieron las instrucciones de la policía disciplinadamente.

La gente "estaba muy tranquila y se mantuvo detrás del cordón que la policía había puesto", declaró una voluntaria de la Cruz Roja de la estación de Burgos. El tiempo de espera duró hora y media.

Mientras la policía y la Guardia Civil inspeccionaban el tren, los viajeros, ajenos a la terrible realidad, subieron a los autocares. Reanudaron la ruta por carretera y comprobaron con satisfacción que llegaron, al menos los que tenía como destino Madrid, tres cuartos de hora antes de lo que hubieran tardado en el Intercity. El autobús no efectuó las paradas intermedias.

"Un chico ha llamado a su madre y le ha dicho que en el tren había explosivos, que por eso nos habían bajado, por aviso de bomba", comentó una mujer recién apeada del autocar en la estación madrileña. Como llegaron con antelación no había familiares esperando en el andén 16, el destino del Intercity. La mayoría tomó el transporte público y llegó, sano y salvo, a casa.

A las 15.55 horas de la tarde, la normalidad era total en Chamartín. ETA había programado el temporizador para que la bomba explosionara justo a esa hora. Varios andenes estaban vacíos. El número 17, contiguo al que tenía que acoger al Intercity de Irún, estaba ocupado por otro tren de esta misma clase que, a las 16.30 horas, emprendió sin retrasos su viaje programado dirección Málaga.

El tema de conversación de los pasajeros que esperaban iniciar un viaje era la bomba de los etarras. Con los datos que habían recogido entre los pocos periodistas que se acercaron a la estación y a través de las noticias que les facilitaron los familiares por los teléfonos móviles, los pasajeros se hacían cruces al pensar lo que hubiera ocurrido si los terroristas hubieran cumplido su objetivo.

Vestíbulo por los aires

"Si la maleta bomba hubiera explotado aquí, todo el vestíbulo hubiera saltado por los aires", comentaba Ana, que atiende un puesto de bebidas.

La mayoría del público no se enteró de lo que había pasado. Los más avispados preguntaban en información y también a los guardias de seguridad.

Las ganas de emprender el viaje previsto, en estas fechas en las que se producen grandes desplazamientos de personas, ahuyentaron el morbo. Nadie bajó al anden 16, donde no había nada que ver, ni siquiera para dejar correr la imaginación. El turrón, que a algunos les sabrá mejor tras la experiencia vivida, les esperaba.