Javier Ramos se considera un privilegiado. A sus 26 años vive donde le gusta (Valdelacalzada) y se dedica a algo que le gusta, el campo. No eran sus planes. Estudió Administración y Dirección de Empresas en la Uex y comenzó la búsqueda de empleo. "Me ofrecían contratos precarios", recuerda. El último: 750 euros por trabajar de lunes a sábado mañana y tarde. Fue entonces cuando tomó la decisión de dedicarse al campo.

Conocía la faena porque procede de familia de campo y siempre ha echado una mano. Pero la ayuda de la familia fue la clave. Sus padres le pagaron parte de los 150.000 euros que le han costado seis hectáreas de terreno y la maquinaria necesaria para ponerla en marcha como plantación de frutales. "Yo he tenido suerte, pero los que no pueden tener el apoyo de sus padres, solo pueden aspirar a ser jornaleros", cuenta. O salir. De hecho, aunque hay amigos en el pueblo, sus compañeros de la carrera se han dispersado por España y el extranjero. "Pero yo me quedo, este es mi sitio", dice.