Los cacereños no viven el Carnaval. Asisten a él como si fuera un espectáculo, pero no participan ni se implican. La prueba estaba ayer en la plaza de Santa María. Los actos del lunes medieval y el reparto de roscas gratis, 8.500 traídas de Don Benito, con aguardiente atrajo a decenas de personas a la parte antigua pero, excepto los niños y los miembros de la organización, nadie vestía disfraces ni máscaras, el distintivo de esta fiesta popular.

La enorme hoguera encendida en la plaza de Santa María y el aguardiente de hierbas de Almendralejo fue lo único que contribuyó ayer a calentar el Carnaval cacereño. La actuación de las murgas puso la música y los miembros de la universidad popular se esforzaron, un año más, en intentar dar un toque peculiar a la fiesta de la ciudad vistiéndolo de medieval.

"NO TIRA" Catorce años en este empeño ha conseguido atraer a la gente, pero no hacer que participe. "Hay escaso ambiente. Intentamos que se diferencie este Carnaval de otros de alguna forma, se trata de promocionar el carácter medieval de la ciudad, pero no tira, la gente no se implica", valoraba ayer en uno de los puestos del reparto de roscas la coordinadora de la universidad popular, María Victoria Rodríguez Solís.

El grupo Fénix se encargó de la ambientación callejera, con bajadas en rapel desde el campanario de la concatedral de Santa María y otros juegos y pintaron decenas de caras infantiles con mariposas, bigotes de león y purpurinas. Los niños, que por la mañana participaron en un concurso de disfraces en el centro comercial Ruta de la Plata, son los únicos que aún disfrutan del espíritu carnavalero. Sin la iluminación especial que ha puesto el ayuntamiento en las calles de la ciudad, Cáceres no estaría de Carnaval.