«Estamos parados en medio de la nada y no nos dan ni una botella de agua», cuenta Irene Palomino, extremeña residente en Bruselas que venía a su ciudad natal --Cáceres-- a pasar la festividad de agosto con su novio francés junto a su familia.

Palomino hace referencia a una situación que ya se ha convertido en habitual entre los pasajeros que utilizan el ferrocarril que conecta la región con la capital de España. Ella lo hacía entre risas, con la tranquilidad de quien ya ha llegado a su destino: «En verdad hay que reírse por no llorar», afirma.

En su primera visita a su tierra junto a su novio francés, ya le ha podido mostrar a éste la odisea que supone alcanzar el suroeste español.

Una odisea que conoce bien José María Pagares, moralo residente en Madrid que suele hacer uso de este ferrocarril cada 15 días aproximadamente.

«Creo de verdad que llegaríamos más en hora si los trenes los tiraran burros», dice Pagares.

Repite de nuevo el humor como canalizador de una indignación que es difícil de abordar.

«Es la frustración de saber que no vas a poder llegar. Viajo con mi novia y va a llegar tarde a su trabajo. Renfe te abona el importe del billete, pero quién te abona el día de trabajo y el tiempo perdido», relata Pagares.

En el caso de este lunes, la primera incidencia se registró en el tren que partía de Madrid hacia Llerena a las 10.18, el cual debido a una ‘avería mecánica’, según fuentes de Adif, acumuló una hora y cuarenta minutos de retraso. En ese tren viajaba Irene Palomino junto a su novio, quien relata su experiencia: «El tren iba parando por momentos. Al final nos bajaron en la estación de Illescas (Toledo) y lo que podías ver es la confusión y el nerviosismo de la gente. Es una falta de información total. Vas con retraso y nadie te dice el porqué ni te puede decir cuánto va a durar», rememora la joven cacereña.

«No te dan ni una botella de agua. La única máquina que hay en el tren lo mismo funciona que no, el aire o no está encendido o te mueres de frío», describe.

En dirección contraria viajaba Pagares, quien tomó el ferrocarril en Navalmoral de la Mata con diez minutos de retraso. Una minucia si se compara con los más de 40 que tuvo que aguardar en la estación de Torrijos (Toledo), hasta que su tren volvió a circular, a la espera de que pasara el primero averiado. Sólo hay una vía, por lo que en el momento que uno de los ferrocarriles falla, éste repercute en la circulación del resto.

«Siempre hay retrasos de al menos 15 o 20 minutos, sin necesidad de averías», relata Pagares.

«Además del retraso es toda la situación de confusión que se genera. La gente joven recurrimos cada vez más a blablacar u otras vías, pero ves a las personas mayores confundidas y sin ninguna respuesta», agrega Palomino.

La única vía de consuelo es la reclamación a Renfe, que devuelve el importe del billete íntegro cuando el retraso se extiende a más de una hora. Un consuelo paupérrimo si se tiene en cuenta que muchos de estos viajeros cuentan con tiempo escaso para pasar los días festivos con sus seres queridos y este tiempo se ve reducido por la problemática del tren.

«Yo viajo mañana a Madrid y no me arriesgo. He reservado un blablacar», añade Alejandra, hermana de Irene y trabajadora en la capital de España.

LA HISTORIA SE REPITE/ La avería de este lunes se une a los incontables incidentes que ha sufrido el ferrocarril extremeño durante este verano.

Al cierre de esta edición, Adif no pudo cifrar los pasajeros afectados por estos nuevos contratiempos, si bien lo que se puede contabilizar es las seis incidencias ocurridas en estos trayectos si se suman las dos de este lunes a las cuatro sufridas durante el pasado fin de semana.

El sábado, una avería en uno de los trenes de media distancia que enlazan Madrid con Extremadura provocó retrasos de más de dos horas, con transbordo incluido de pasajeros, lo que, a su vez, provocó una demora similar en otro tren que cubría el trayecto inverso. El día anterior, 11 de agosto, dos trenes que atienden el servicio ferroviario entre Madrid y la comunidad autónoma extremeña acumularon retrasos de una hora y media por ‘cuestiones técnicas’.