Carlos Eugenio García Martín anunció que llegaría al ayuntamiento para dar su pregón "de una forma espectacular" y no defraudó. Ataviado con el flamante disfraz de los Yuyubas, subió su silla de ruedas a un motocarro adornado con los mismos colores que la comparsa, amarillo y rojo, coronado con un palio y se colocó en la cola del desfile de comparsas infantiles para repartir caramelos "como loco", por todo el recorrido. Eran los caramelos "que faltaron en la Cabalgata de Reyes".

El Pregón móvil , que así se denominaba el motocarro, llegó temprano, pasadas las 19.30 horas, a la plaza de España, que ya estaba abarrotada, no solo con los integrantes del desfile infantil, sino por muchos carnavaleros, aunque la mayoría sin disfrazar. A medias, porque Cruzcampo salvó en parte el panorama al repartir desde alguna esquina cientos de gorros rojos de terciopelo como el que viste el muñeco de la marca de cerveza, peluca principesca incluida.

El pregonero llegó arropado por su comparsa y se apostó en el balcón del palacio municipal, subido a una plataforma, para que el público desde abajo pudiera compartir sus palabras y adivinar su cara que, aunque maquillada, no ocultaba la satisfacción de poder dar el pistoletazo de salida de una fiesta que lleva viviendo y disfrutando desde hace veinte años. El perenne presentador de los actos que organiza el ayuntamiento, Emilio González Barroso, destacó del pregonero su fidelidad a la comparsa Yuyubas y que en dos ocasiones ha recibido el Antifaz de Plata por parte de la Falcap: en el 97 fue el honorífico y en el 2008, el Especial Falcap. Y, como Barroso dijo, "qué mejor premio que haber sido designado por el ayuntamiento como pregonero del Carnaval de Badajoz".

Carlos Eugenio García desgranó un pregón con conocimiento de causa, que dedicó "a todos los carnavaleros en general, a los comparseros en particular y a mi comparsa Yuyubas en especial", momento en el que desde abajo tronaron los tambores de sus amigos y compañeros. ¡Va por vosotros!, les dijo, y de nuevo se oyeron los instrumentos de percusión.

Fue directo al corazón de la fiesta cuando, tras describir las peculiaridades y logros de los últimos años (el Museo del Carnaval, la canción, la marca Carnaval y las tamborada) animó a quienes lo escuchaban para que "luchando todos juntos un poquito, tenemos que dar otro pasito, para conseguir lograr que nuestra fiesta sin igual, sea declarada de Interés Nacional".

Con ritmo y soltura fue descubriendo escenas del Carnaval pacense, desde el concurso de murgas al entierro de la sardina, con sus distintos escenarios y personajes, y bromeó consigo mismo diciendo: "cuando en el desfile a mí me veas pasar y al de al lado oigas gritar ¿qué es aquello? ¿un artefacto? ¿es acaso Pancho Villa? Tú le puedes contestar ¡ése es Carlos con su silla!".

Habló escoltado por el alcalde, disfrazado de brujo, y el concejal de Festejos, Miguel Angel Rodríguez de la Calle, que fiel a su costumbre se vistió "de doña", con traje largo morado y peluca a juego. También llegó de mujer, aunque hortera, el concejal socialista Celestino Vegas.

Faltaron muchos. Alberto Astorga se colocó una gabardina, sombrero y gafas de sol y creía que era otro. Pusieron la nota de buen humor Dolores Beltrán, de bombera con peluca lila, y Rosario Gómez de la Peña, de flamenca de bucles azabache.

Repitió traje de Napoleón Francisco Javier Fragoso, aunque le añadió un caballo y hubo quienes acompañaron a sus pandillas, como Francisco Javier Gutiérrez, de banquero del siglo pasado, y Miguel Angel Segovia, de guardia real.