En el extremo noreste de la provincia de Badajoz está La Siberia. Un rinconcito con bosques, colinas suaves, embalses y pueblos pequeños. Uno de esos lugares con encanto donde a casi cualquiera le gusta pasar un fin de semana rural.

Desde hace años, la zona prepara su candidatura para ser Reserva de la Biosfera. En contra de lo que piensan algunos, esto no conlleva ninguna limitación, ya que no es una medida de protección del medio ambiente. Es más bien un sello de reconocimiento que otorga la Unesco, la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Como dice Susana Bertomeu, técnico de esta candidatura, es «como una estrella Michelin».

Porque la Unesco, lo que destaca con este reconocimiento son ecosistemas terrestres, marinos y costeros con un especial valor cultural, patrimonial y natural. Si se mira en su página web, se encuentra que lugares como el Monte Olimpo de Grecia o Castro Verde, en el Alentejo portugués, tienen ya este reconocimiento.

Sello de calidad

En Extremadura también existen reservas de la biosfera, Monfragüe y el Tajo internacional, transfronteriza con Portugal. Rafael Pintado, gerente de la empresa Barco del Tajo, montó en esta reserva su negocio de paseos fluviales. En su opinión, contar con esta distinción de la Unesco da «más visibilidad». Su empresa en lo que lleva de año, ha tenido un 35% más de pasajeros que el año pasado.

Miguel Urbina getiona también una empresa de turismo activo, Rutas por Extremadura. Su trabajo se centra, sobre todo, en Monfragüe y la Reserva Regional de Caza de Cijara, dentro de lo que se propone como futura reserva de la biosfera. Para Urbina, esta declaración puede ser beneficiosa para la comarca, ya que ésta, de por sí, «tiene un potencial tremendo y la reserva vendría a calificar estos valores». Para este emprendedor, «es un reconomiento internacional estar en una lista de la Unesco» y una oportunidad de empleo para la comarca. Sin embargo, incide en una idea, «es la población la que tiene que aprovecharla, si no conseguimos que participen de la industria del turismo a la gente de aquí ni le irá ni le vendrá» esta declaración.

En esta idea insiste Susana Bertomeu, «de nada sirve el apoyo de las instituciones si no tienes el de la gente». No es el caso de La Siberia, donde, de momento, se han adherido a la candidatura once de los dieciséis pueblos de la comarca.

Para Bertomeu, conseguir esta distinción es una oportunidad no sólo de promoción turística, sino también «de vender nuestros productos agroalimentarios». Bertomeu recuerda la importancia del sector primario de La Siberia, «tenemos miel, aceite y una importante cabaña de ovino, con 400.000 cabezas» para los que esta declaración puede ser una seña más de calidad de los productos.

Un largo camino

El reconocimiento de reserva de la biosfera no va a traer una lluvia de turistas de un día para otro. Rafael Pintado pone el ejemplo de la ciudad de Cáceres, que tras recibir en 1986 la declaración de Patrimonio de la Humanidad, también de la Unesco, «tardó décadas en atraer a los turistas como lo hace hoy día».

Los tiempos cambian pero, aún así, «queda mucho por hacer», en opinión de Pintado y marca dos tareas fundamentales: «trabajar para que se conozcan las reservas de la biosfera» de cara al público nacional y «traer al turismo internacional».

A pesar del trabajo pendiente, Rafael Pintado da datos que hacen pensar que no hace falta esperar décadas para obtener resultados. «En Cedillo (pueblo de la Reserva de la Biosfera Tajo Internacional) en 2010 fueron 7.000 turistas, en 2017 ya van por 30.000». En estos pueblos pequeños como Cedillo, de menos de quinientos habitantes, «el turismo es la industria que pueden tener allí», añade.

De hecho, Rafael Pintado asegura que este aumento en el número de visitantes ha propiciado que se desarrolle una pequeña infraestructura turística en el pueblo y ahora, la gente, «ya se lo empiezan a creer».

La Siberia sólo ha comenzado el largo camino para conseguir ser Reserva de la Biosfera de la Unesco. Este organismo les pide poner en marcha un plan de desarrollo socioeconómico y sostenible, «buscar el equilibrio hombre-naturaleza», resume Sandra Bertomeu. Una oportunidad para dar empleo y continuidad a la vida en los pueblos que conforman este rincón de Extremadura.

Si todo sale bien, el Gobierno español podría presentar la candidatura oficial en septiembre del año que viene, pero hasta la primavera de 2019 no se pronunciará a favor o en contra el Consejo Internacional de Coordinación, que tiene la última palabra.

La candidatura, por lo pronto, ya ha echado a andar con la firma el pasado viernes del Protocolo Institucional de Adhesión, aunque llevan meses de trabajo en los pueblos, con ayuntamientos y sociedad civil.

La Siberia quiere labrarse un futuro. Como dice Rafael Pintado del caso de Cedillo, para que luego la gente vaya y diga «qué bonito es esto y tampoco está tan lejos».